lunes, 27 de mayo de 2013

Danza con Lobos

Por muy alto que sea el trono, nadie puede sentarse por encima de su culo
Montaigne

En días recientes se ha gastado mucha  tinta para abordar las miserias de políticos "tóxicos" como Aznar, miserias que no nos deberían importar un pepino en El Salvador, excepto porque la derecha salvadoreña lo considera todavía un referente (conferencista estrella de una edición no tan lejana del Enade).

Escribe Juan José Millas a propósito de Aznar: "sabemos por Groucho Marx, que se puede salir de la nada y llegar a base de trabajar y trabajar a la más profunda de las miserias. Pero no tenemos idea de como se da el salto de referente a desreferente". Bueno, en teoría él sigue siendo un referente (flotante quizás) para el PP, a pesar de  que últimamente se la pasa escupiendo  frases  sobre Rajoy.

"La investigación del caso Gurtel nos ha devuelto esta semana imágenes de una boda repleta de presuntos delincuentes vestidos de etiqueta y no todos eran españoles" escribe Almuneda Grandes este día en El País en referencia a la boda de la hija de Aznar hace más de una década. Solamente tres jefes de estado asistieron a la boda, uno de ellos fue el ex-presidente Paco Flores. Según se sabe ahora, la fiesta  fue financiada con fondos que  son investigados en el caso Gurtel.

En esa boda seguramente Paco  bailó entre lobos, ya que el presunto delincuente vestido de etiqueta más notable era Berlusconi, y  Almuneda Grandes se refería a B. cuando escribió que no todos eran españoles. El resto de  presuntos no sabemos a ciencia cierta quienes eran o quienes son.

Lo más seguro es que entre Paco y Aznar existía -y existe aún- una gran afinidad, y la  imagen de Aznar con los pies sobre la mesa imitando a Bush en un descanso de la reunión del G-8 en Canadá, ciertamente dice más que mil palabras: hay que seguir el ejemplo del jefe. Aznar envió tropas a Iraq, siguiendo al jefe, y Paco que no podía ser menos también lo hizo.



Como epílogo nada mejor (o peor según el gusto) que este párrafo de J.J. Millas: "Empieza uno disfrazándose de Cid Campeador y acaba con los pies encima de la mesa imitando a Bush en una escena digna de Zelig, la película de Woody Allen en la que el protagonista, un tipo inseguro, se transforma literalmente en  la persona que tiene al lado para pasar inadvertido. Lo que multiplica el problema, ya que en vez de confundirse con el paisaje acaba destacándose en él más que una gota de semen en una sotana".





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