domingo, 5 de julio de 2020

Canciones

Las canciones no solo evocan nombres guardados en clave; sino que también pueden evocar épocas que  no necesariamente fueron mejores ni peores, pero  que nos recuerdan lo que fuimos, y sobre todo, lo que no llegamos a ser. Entre 1988 y 1989, cuando la guerra estaba por hacerle una visita a domicilio a la zona en la que yo vivía, conocí a Bessy, una chica que estudiaba arquitectura, y en las tertulias inevitables, apareció "La chica de los cabellos de lino", una obra de Claude  Debussy que aparecía en el disco "Pops in Love", de la orquesta Boston Pops dirigida por John Williams, el famoso director de temas de película. Esa pieza de Debussy, fue la columna sonora de aquel período.


Vattene amore, es una canción italiana de los más intrascendente, que no estaría en esta lista de no ser porque sonaba en la radio y en la televisión en 1990 en Italia, tras participar en el festival de San Remo. Los recuerdos de mi soggiorno italiano están contaminados por las notas de la canción, y por la voz de Mietta. Cuando fui capaz de articular las palabras, le pregunté a Davide,  uno de mis colegas de trabajo en Sasso Marconi, el nombre de la cantante. Así fue como apareciió "Vattene amore" en el soundtrack de mi vida.

La versión que hizo Feliciano de "First of  May", casi siempre me provoca ataques de nostalgia, por las cosas que pudieron haber sido muy diferentes con Noris, hace más de cuarenta años. El disco lo conocí por Herberth, ya que fue uno de los que trajo tras su regreso de New York, en la segunda mitad de los años setenta. Hoy la volví a escuchar por casualidad, y las consecuencias fueron inevitables.  Solo que en esta ocasión, en la que practicamos como nunca el aprendizaje de lo inevitable, no pude dejar de preguntarme nuevamente esas preguntas eternas que no encuentran respuesta.


En cambio, están otras canciones que nos recuerdan lo afortunados que fuimos de escapar de una pesadilla garantizada, tanto así, que por los dudas, es mejor ni recordar nombres, es preferible recordar solamente las canciones. Por ejemplo, "For my lady", de los Moody Blues que me trae malos recuerdos,  por fortuna también me trae buenos recuerdos, y me lleva de regreso en el tiempo hasta principios de los años setenta, un jueves santo, escuchando música en el gramal de la iglesia de San Isidro, con Paco Carias y otros amigos. En ese mismo capítulo se encuentra "I write the songs", la cual cada vez que escucho me recuerda lo afortunado que podemos ser sin saberlo.


Superstar de The Carpenters, siempre me lleva directo a 1971, yo estudiaba el bachillerato en San Salvador, pero mis memorias son de San Isidro. Yo llegué tarde a los sesentas, así que para mí el 68 sucedió en 1971. Erlinda, tendria  unos 15 años, y nunca nos tocamos ni las uñas, pero inevitablemente casi siempre, cada vez que escucho la voz de Karen Carpenter, cantando "Superstar", el recuerdo de Erlinda vuelve a mi mente. Como dicen Sabina y Serrat, nada más amado que lo que nunca tuvimos.


"Luces", solía ser algo así como la canción tema de Óscar Cabrera, uno de mis amigos de infancia. A Óscar le sobraba casi siempre la gracia que la mayoría de mortales logramos a duras penas conseguir solo durante breves instantes en la vida. Sin embargo, él se quedó  en San Isidro, y los que tuvimos la suerte de salir, terminamos en la otra orilla  del río de la vida Las cosas no son malas, ni buenas, solo suceden, la vida no tiene sentido, y al final uno se conforma con sobrevivir.


"La Golondrina", era sin duda la canción favorita de mi padre, y  también de buena parte de mi familia paterna. Creo que a mi padre, cada vez que la escuchaba, se le escapaba más de una lágrima. Al parecer, el abuelo Víctor la tarareaba, y así le heredó esa nostalgia a sus hijos, y finalmente ha llegado hasta nosotros. Mi versión favorita es la de Caetano Veloso, pero seguramente que mi padre habría preferido otra versión, por eso incluyo también la versión instrumental de Billy Vaughn, un disco que circuló bastante en la familia.



Cervantes

A partir de los cincuenta, la muerte ronda nuestra casa, sino es que está ya dentro. Uno se convierte en aprendiz de difunto.