sábado, 8 de mayo de 2021

Lecciones

 En la época de las repúblicas bananeras y de la guerra fría, en Europa y en otros países se decía que no resultaba tan difícil reconocer a un habitante de un país  como El Salvador  durante una conversación, ya que los que llegaban o llegábamos de estos países, de visita o exiliados, casi nunca decíamos lo que pensábamos. Estábamos tan acostumbrados a la censura, que al encontrarnos fuera del país, nos autocensurábamos.  La mayoría de mi generación, todavía se autocensura sin necesidad de salir del país.

Durante  una visita que hice a Marco Island hace casi 25 años, al final del Meeting tuve que compartir taxi desde el hotel hasta el aeropuerto con un colega gringo. En algún momento entabló conversación y preguntó acerca de la guerra y el papel de su país durante la misma. En ese momento recordé que en mi profesión los ingenieros pueden trabajar en cualquier lado, incluso en el famoso "complejo militar industrial" descrito por Eisenhower y decidí aplicar las técnicas ilustradas por Cantinflas en  "Su Excelencia", es decir hablar bastante o poco, y no decir nada.   

Venimos saliendo de un período excepcional, en el que los salvadoreños decían o decíamos lo que nos venia en gana. Al parecer, esta situación era demasiado buena para ser verdad. Las nuevas generaciones probablemente serán investidas como salvadoreños plenos cuando comiencen a saborear en carne propia las bondades de la autocracia.  Es decir, aprenderán algo que los salvadoreños más humildes han sabido desde siempre. En los regímenes autocráticos la mejor manera de sobrevivir es ver, oír y callar. 

Esta lección me la impartió un señor de San Isidro que trabajaba como caporal en el cafetal. Yo cometí la imprudencia de llevar en plena guerra a un periodista francés a visitar la hacienda. A las preguntas del periodista, el caporal se limitaba  a balbucear si o no, pero más veces no que sí. En un momento que el francés se alejó, me dijo- estos se van y lo dejan jodido a uno, yo por eso cuando me preguntan algo me hago el maje. Como diría Scorsese: Life lessons.