miércoles, 29 de enero de 2020

Los Funerales del Patriarca

Cuando  José Arcadio Buendía fundó Macondo,  pensaba que el día de su funeral estaba tan lejos, que no tenía sentido  dedicarle ni siquiera un segundo de sus pensamientos. Seguramente al Padrino  le ocurrió lo mismo al llegar a la avenida L-D, entre una cosa y otra que había que hacer, acomodando los cachibaches nuevos y viejos, en algún momento comenzó a acuñar la frase que lo haría famoso: Camino que todos llevan.

En las casi cuatro décadas transcurridas desde la fundación de la avenida L-D, varios de los habitantes originales, ya se adelantaron en esa ruta, y en no pocos de los velorios, El Padrino  además de exclamar su famosa frase, también acuñó algunas reglas de comportamiento que deben observarse durante los velorios de la avenida L-D, entre las que destacan la prohibición de asistir a velorios usando calzoneta y chancletas; y la más célebre, que prohíbe expresamente robar pan del velorio de al lado.

El libro de los secretos de los hombres se cierra para siempre cuando llega ese día, y en el caso de El Padrino, ese día es hoy. En ese libro hay de todo, incluyendo una receta de Pollo con manteca Nieve, receta tan secreta que ni su propia esposa pudo copiar a pesar de vivir más de cincuenta años juntos. Todos los patriarcas,  padrinos, y los piratas,  tienen atropellos que aclarar, deudas pendientes, y asuntos de los que mejor ni hablar.

Esta historia no iba a ser la excepción, ni ellos ni la censura, lo podrían permitir. En el minuto final, a lo mejor le quedaron algunos segundos para rebobinar algunas pequeñas historias, como cuando su padre lo despertó a media noche para llevar la carga de dulce  -ya cantó el gallo fue la explicación-, o cuando aquel viento sobrenatural a lo Harry Potter, en medio de un cañaveral, lo obligó a morder el machete, mientras retornaba a casa después de visitar a una novia.





martes, 28 de enero de 2020

Por si el Silencio




“POR SI EL SILENCIO……”
Francisco Andrés Escobar


Si me voy y te quedas: restitúyeme al viento.
Lleva mi nombre triste y escríbelo en la arena.
Habla con las gaviotas, con las viejas mareas,
diles que no me he ido, que ando volando cerca


Dile que me he quedado hecho cal en las piedras,
que vivo en el columpio de las flores silvestres,
que mis tardes las paso cerca del sol poniente
y que espero los días en la región del hielo.


Y siente mi presencia en todo lo que quieras,
en todo lo que mires con tus ojos de cielo:
desde el café de esquina donde hacía mi espera
hasta el musgo que crezca junto a mi cruz de tierra.


Encuéntrame en las cosas que rozaron mis dedos.
Mírame en los juguetes, en los dulces pequeños.
Sábeme detenido en mis humildes letras
con que canté a la vida fulgores y miseria.