miércoles, 20 de febrero de 2019

20 Febrero


viernes, 8 de febrero de 2019

Y ya no me acuerdo



Dicen los filósofos que uno de los problemas más grandes de la búsqueda de la verdad, es la eventualidad de encontrarla: hay verdades que preferíamos no conocer. A veces hay familias, instituciones, incluso reinos de este y del otro mundo, que dependen de que se mantenga la imagen idealizada del fundador. Con el tiempo, las verdades oficiales, se vuelven verdades “verdaderas”; y por ejemplo, en las historias familiares, en paralelo con cada verdad oficial, convive la verdad “verdadera” en forma de tabú. En algún punto de este intento, uno se ve forzado a admitir: “y ya no me acuerdo”. Casi sesenta años después de que mi hermana y yo fuimos separados de mi madre, el olvido ha borrado casi todas las imágenes de aquella separación. Solo sé que mientras el autobús que nos llevaría a Sonsonate, recorría a baja velocidad los metros iniciales desde la terminal de buses de Santa Ana, mi hermana y yo cantábamos el himno nacional, y en la distancia se alejaba para siempre la imagen de nuestra madre. Y ya no me acuerdo. 


miércoles, 6 de febrero de 2019

El camino de la libertad


Conozco de primera mano dos o tres historias que ilustran la función liberadora de la lectura. La primera aparece en  The Demon Haunted World” de Carl Sagan, en la que se relata la historia de Frederik Bailey, un esclavo que aprendió a leer con la ayuda de Sophie, la hija del amo. Bailey, motivado por la lectura, huyó del sur esclavista. En la segunda historia Fernando del Paso relata en “Noticias del Imperio”, que Benito Juárez durante su exilio en Estados Unidos, fue testigo de la práctica de los predicadores protestantes de enseñar a leer a los habitantes de las comunidades que evangelizaban, de manera que ellos pudieran leer e interpretar La Biblia por su cuenta. Todo esto en una época en que La Biblia era casi un libro prohibido en el México católico.


Mi padre quien apenas completó tres meses del primer año de primaria, finalizó su aprendizaje de la lectura descifrando los fragmentos de noticias que sobrevivían en medio de los pedazos de papel de los periódicos con los que se envolvían las porciones de pan en las tiendas rurales en El Salvador. Con el tiempo, en los años cincuenta, mientras trabajaba en una plantación de café se pudo permitir el lujo de comprar diariamente "El Diario de Hoy", el periódico más conservador del país. Durante una visita del dueño de la plantación, uno de los capataces acusó a mi padre de ser comunista. Cuando el patrón pidió pruebas, el capataz respondió: “Doroteo es el único que lee el periódico todos los días".

Los oligarcas salvadoreños entendían perfectamente la función liberadora de la lectura, al igual que los curas mejicanos de la época de Juárez, y que los esclavistas contemporáneos de Bailey: todos sabían que un esclavo culto es un esclavo infeliz, y que por lo tanto luchará por su libertad. El miedo a la libertad y el uso de la violencia como medio de control social convirtieron a El Salvador en uno de los países más violentos del mundo. De un tiempo a esta parte, más de dos millones de salvadoreños han abandonado el país. Mientras tanto, la vecina Costa Rica desde finales del siglo XIX invertía más del 5% del PIB en educación, en 1948 abolía el ejército, y en los años noventa recibía a INTEL.