viernes, 8 de febrero de 2019

Y ya no me acuerdo



Dicen los filósofos que uno de los problemas más grandes de la búsqueda de la verdad, es la eventualidad de encontrarla: hay verdades que preferíamos no conocer. A veces hay familias, instituciones, incluso reinos de este y del otro mundo, que dependen de que se mantenga la imagen idealizada del fundador. Con el tiempo, las verdades oficiales, se vuelven verdades “verdaderas”; y por ejemplo, en las historias familiares, en paralelo con cada verdad oficial, convive la verdad “verdadera” en forma de tabú. En algún punto de este intento, uno se ve forzado a admitir: “y ya no me acuerdo”. Casi sesenta años después de que mi hermana y yo fuimos separados de mi madre, el olvido ha borrado casi todas las imágenes de aquella separación. Solo sé que mientras el autobús que nos llevaría a Sonsonate, recorría a baja velocidad los metros iniciales desde la terminal de buses de Santa Ana, mi hermana y yo cantábamos el himno nacional, y en la distancia se alejaba para siempre la imagen de nuestra madre. Y ya no me acuerdo. 


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