viernes, 10 de marzo de 2017

Los árbitros y Voltaire

El límite del amor a la verdad es el propio pellejo
VOLTAIRE

En un cuento de fútbol escrito por Camilo José Cela, se narra la historia de un árbitro tan rigorista con eso de los penaltis,  que en vida nunca le tembló el pulso para pitar la pena máxima en contra del equipo local a los cinco minutos (o menos) de iniciado el partido. Cela sostiene que de haber leído a Voltaire, el árbitro habría salvado el pellejo, pero no lo hizo y mantuvo con empeño el amor ilimitado a la verdad, que para él consistía nada más y nada menos que pitar penaltis, de preferencia en contra del equipo local. Después que lo colgaron por rigorista en el portón principal de un estadio de ciudad pequeña, se murió con el único sentimiento de que no podría pitar una pena máxima en su propio entierro.

Ahora sabemos muy bien, que el árbitro que pitó los dos penaltis a favor del Barcelona, y se hizo el ciego o el mudo (o las dos cosas) cuando la decisión pudo haber sido a favor del PSG, tuvo la sabiduría de aplicar las enseñanzas que Voltaire escribió para los árbitros, mucho tiempo antes de que se inventara el fútbol, y que Camilo José Cela tuvo la cortesía de descifrar en los "Once cuentos de fútbol". Esta tarde, para no ir más lejos estaba leyendo la noticia de que un sismógrafo muy sensible ubicado a unos pocos cientos de metros del Camp Nou, registró un pequeño sismo, cuando el Barça metió el sexto gol. Bueno, de haber pitado el referee un penalti a favor del PSG, el mentado sismógrafo habría detectado otra cosa.

Otro personaje que aprendió las enseñanzas de Voltaire a las malas, fue el desafortunado árbitro salvadoreño José Roberto Henriquez, designado para pitar el partido Haití contra Trinidad y Tobago durante la hexagonal previa al mundial de 1974 celebrada en Haití.  El resultado oficial de aquel partido fue 2-1 a favor de Haití, producto de los  cuatro goles anulados a los triniteños. De regreso en El Salvador, el árbitró intentó justificar su actuación relatando que antes de y durante el partido, recibió amenazas bastante gráficas de parte de militares haitianos y Tonton Macoutes que se encontraban dentro del estadio y rodeaban el campo; y en cada oportunidad -durante el partido-  le recordaban, mostrando sus fusiles, lo que le ocurriría si Haití no ganaba.  Trinidad y Tobago derrotó (y eliminó) a México 4-0  en aquel torneo, y demostró que los cinco goles hechos a Haití no eran casualidad. Al final Haití clasificó para el mundial de 1974, gracias a Voltaire, y al árbitro salvadoreño..

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