jueves, 15 de diciembre de 2011

¿Para que sirven la Universidades?

Por Gary Gutting, NYT

......... Existen serias dudas acerca de la calidad de esta experiencia -la universidad-. En particular, la currícula universitaria deja desconectados a los estudiantes del material que se supone que están aprendiendo. Los estudiantes perciben que la mayoría de los cursos que toman son intrínsecamente "aburridos", de valor solamente si brindan entrenamiento relevante para algún empleo visible en el futuro inmediato, o si el profesor tiene alguna forma agradable de presentar el material (en el mejor estilo de los buenos vendedores). Como resultado, los estudiantes dedican solo el tiempo que ellos consideran necesario para obtener calificaciones aceptables (en promedio de 12 a 14 horas semanales para todos los cursos combinados). Los profesores ya no esperan un compromiso genuino de los estudiantes y a menudo conceden buenas calificaciones (B o más alta en el sistema estadounidense) a trabajos que en el mejor de los casos solo cumplen el mínimo.

Esta falta de dedicación académica es real, aún en escuelas que tienen los mejores estudiantes y los mejores profesores, e incrementa dramáticamente a medida que la calidad de la escuela disminuye.. Pero en el fondo esto es un resultado de una mala comprensión fundamental -tanto de estudiantes como profesores- de cual es el propósito de las universidades.

En primer lugar, las universidades no son simplemente para la educación de estudiantes. Esta es una función esencial, pero la raison d’être de una universidad es nutrir un mundo de cultura intelectual; es decir un mundo de ideas, dedicado a lo que podemos saber científicamente, comprender humanísticamente, o expresar artísticamente. En la mayoría de sociedades, este mundo -de cultura intelectual- debería estar poblado por miembros de las facultades de la universidad: científicos, humanistas, científicos sociales y aquellos que estudian las artes finas. Las leyes, la medicina y la ingeniería están incluidas en la medida en que todavía son consideradas como "profesiones aprendidas", desplegando habilidades prácticas que ya no están enraizadas en el conocimiento científico o en la comprensión humanística. Cuando, como a menudo es el caso en la educación de negocios y maestros, las habilidades prácticas sobrepasan por mucho la comprensión teórica, nos movemos más allá de la cultura intelectual que define a la educación superior.

El soporte de la sociedad a la educación superior tiene sentido solo si la sociedad considera que esta cultura intelectual es esencial. De otra manera podríamos proporcionar entrenamiento en el trabajo para adultos jóvenes de manera más eficiente y barata, por medio de -digamos- una combinación de escuelas profesionales y de negocios, etc. No habría necesidad de mantener con grandes gastos, los intereses altamente especializados de, por ejemplo, físicos, filósofos, antropólogos, e historiadores de arte. Las universidades no tienen sentido si las sociedades a las que sirven no valoran el conocimiento y comprensión al cual se dedican sus facultades.

Esto tiene consecuencias importantes para como consideramos lo que sucede en las aulas de las universidades. En primer lugar, los profesores necesitan verse asimismos como intelectuales, dedicados a entender el objeto de estudio de su disciplina. Pero ellos también necesitan darse cuenta que esta dedicación expresa no solamente su interés idiosincrásico en ciertas cuestiones, sino también una convicción de que estas cuestiones tienen significado humano general, aún al margen de las aplicaciones prácticas inmediatas. Esta es la razón por la cual una disciplina requiere no solo investigar sino también enseñar. Los no expertos necesitan acceso a lo que los expertos han aprendido, y los expertos necesitan asegurarse de que sus investigaciones permanecen en contacto con las preocupaciones humanas generales. El salón de clase es el lugar primario de tal contacto.

Los estudiantes, en consecuencia necesitan reconocer que su educación universitaria es sobre todo un asunto de abrirse a nuevas dimensiones de conocimiento y entendimiento. La enseñanza no es un asunto de "hacer una materia interesante para los estudiantes", sino que los estudiantes vengan y se den cuenta que esas materias son intrínsecamente interesantes. Es más un asunto de estudiantes moviéndose más allá de sus intereses, que de profesores ajustando sus materias a los intereses de los estudiantes. La buena enseñanza no hace el material de un curso más interesante; la buena enseñanza enriquece los intereses de los estudiantes.

Los estudiantes aceptan fácilmente la sabiduría alegada por muchos de que el aprendizaje más importante en la universidad tiene lugar fuera del salón de clases. Muchos miembros de las facultades estarían de acuerdo -pensando en sus laboratorios, bibliotecas, o estudios. Pero la verdad es que tanto para estudiantes como para profesores, el salón de clase es precisamente el lugar en donde ocurre el aprendizaje más importante.


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