lunes, 3 de agosto de 2020

Julio 2020

Julio 2020 me brindó la oportunidad tan temida de recorrer brevemente por cuenta propia los pasillos de  la muerte de  nuestro sistema de salud pública. La noche entre el 15 y el 16, con la ayuda providencial de una vecina, logré que una ambulancia de fosalud me recogiera en casa  a eso de la medianoche. Luego, los que ya hemos pasado esta experiencia por nosotros mismos o acompañando a otros, sabemos que en ese momento comienza el calvario. Primero, la consulta, que a esa hora para fortuna mía solo eramos yo y la doctora, quien me prescribió varios exámenes y rayos x. En la no tan corta espera el cansancio te vence y te sientas al lado de quien sea, y entonces te das cuenta de que el destino ya te respiró en la cara. Al menos esta vez no te ha tratado con indiferencia. Ya te vi. Se que estás aquí.

Cuando por fin amanece, te das cuenta igual que otras veces, que ésta será una noche muy pero muy larga. Cada tanto vuelves a preguntar, ya que tienes la sensación de estar en la fila que no te corresponde. El día luce cada vez más claro y hay más pacientes. Finalmente a media mañana consigues todos tus exámenes y regresas a la consulta. Nadie te explica nada, si empiezas de cero o entregas tus resultados de exámenes y esperas menos tiempo. Los otros pacientes se compadecen finalmente y te explican las reglas, siéntese aquí y pasará más rápido. Aparece un asistente te lleva con el médico, y te confirma lo que ya sabías, sospechoso de covid. Por fortuna, sin neumonía. Me ofrecen ambulancia para llevarme a casa, espero dos horas y no aparece. Mientras tanto, varias veces anuncian la alarma de proximidad de muerto por covid, apartense todos y comienza el desparpajo. Como a la una y media me rindo, ya me respiró demasiadas veces en la cara,  llamo un taxi y aquí estamos.

Independientemente de lo que cada quien piense, debe existir un espacio para respetarlos a todos y también respetarse uno mismo. Vivimos  en sociedades en las que se ha derramado demasiada vida por hacer prevalecer lo que unos creen. Por mi parte prefiero buscar los milagros en procesos milagrosos, tal como producir una vacuna o un buen anti-viral. Si lo piensas, son tantas las variantes que las probabilidades a favor se reducen significativamente, sobre todo si el tiempo no está a tu favor, tal como sucede actualmente con la pandemia. A pesar de todo, tengo la esperanza de que lo mejor de cada quien sea el producto de una reflexión ética que con una buena dosis de  fortuna,  solo una buena praxis religiosa puede proporcionar.  Por mi parte he sentido esa solidaridad, la cual espero que haya sido ética sin esperar que yo cambie, especialmente nada que tenga que ver con la esencia de mis pensamientos.








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