miércoles, 12 de agosto de 2009

Jugamos como Nunca, pero Perdimos como Siempre

Jugamos como nunca, pero perdimos como siempre, es el lugar común que los mexicanos repitieron durante muchos años para explicar sus fracasos futbolísticos. La verdad es que nuestra nacional, jugó y perdió como siempre. Desde que tengo memoria es la misma historia. En 1968, durante los juegos olímpicos, celebrados en la Ciudad de México, quizás por una mezcla explosiva de las fantasías de nuestros comentaristas deportivos, y la propaganda oficial, llegamos a creer que avanzar a los cuartos de final en el grupo C que compartíamos con Hungría (4-0), Israel (3-1) y Ghana (1-1), era pan comido. En realidad solo logramos un empate ante Ghana, y eso en El Salvador de aquella época lo lamentamos como una verdadera derrota. 40 años después, debemos reconocer que ese fue el mejor resultado internacional obtenido por una seleccción de futbol de El Salvador. Estamos hablando probablemente de la mejor generación de futbolistas salvadoreños, los mismos que lograron clasificar al mundial de 1970. En esa ocasión, de acuerdo a relatos de los propios jugadores, se vieron obligados a comprar los zapatos deportivos con su propio dinero, zapatos que resultaron inadecuados para el cesped del estadio Azteca, en donde jugaron sus tres partidos. A raíz de esa experiencia, en donde los federativos no solamente se embolsaron lo de los zapatos, sino que los jugadores nunca recibieron premio alguno por su participación, los sobrevivientes se organizaron y exigieron negociar de antemano los premios que les correspondían en caso de clasificar al siguiente mundial. La mayor parte de este grupo fue excluida de participar en selecciones nacionales, en represalia por semejante insubordinación. En El Salvador de hoy, asi como en el de hace 40 años, la historia sigue siendo la misma: la selección es un estorbo para los dueños de los equipos, y es un negocio para la mafia que maneja la federación. Por si las desgracias estrictamente deportivas fueran poca cosa, los salvadoreños hemos sido caricaturizados desde esa epoca con referencias futbolísticas. La guerra del 69 con Honduras, fue conocida mundialmente como la guerra del futbol, y los salvadoreños que ya viajaban por el mundo durante los años 70, fueron motivo de todo tipo de sarcasmos por la explicación espuria de dicha guerra. Solamente Kapuscinsky, hizo una acercamiento serio de esta y otras guerras entre pobres en su libro "Las guerras del futbol y otros relatos". La goleada histórica de 10-1, que nos propinó Hungría en el mundial del 82, es la penúltima caricatura del espejo en que se refleja nuestro futbol. Los sarcasmos no se hicieron esperar: desde entonces ostentamos el record de la goleada más grande encajada durante un mundial. Durante mi soggiorno italiano, me recuerdo que durante una cena con unos amigos en una hostería cerca de Bologna, un conocido de mis amigos, al enterarse que yo era salvadoreño, inmediatamente me señaló con el dedo y me dijo: Hungría 10- El Salvador 1. En esa ocasión, a pesar de que en general he tratado de no dejarme arrastrar, ni por nacionalismos, ni menos por las great expectations de nuestros aficionados por la nacional, a pesar de todo, debo confesar que hubiera deseado enviar a ese tipo hasta algún universo paralelo durante un cuatrillón de años, más o menos. Creo que para evitarnos todos estos daños síquicos, y colaterales, El Salvador debería retirarse unos 10 años de las competencias, tal como hizo Costa Rica en el pasado reciente....Y también pienso que los políticos deberían de intentar resisitir la tentación de salir en la fotografía con la selección cuando por accidente, o por lo que sea, por una vez en la vida no perdemos como siempre. La última caricatura de los salvadoreños a causa de su pasión por el futbol, es el dipolo Real Madrid-Barcelona. Hace unos 9 años, una pareja de amigos míos de Madrid (Carlos García y su esposa) nos visitaron, y a ellos les agradó de sobremanera que los salvadoreños nos tomáramos tan a pecho la rivalidad Real-Barcelona. En realidad este sudor de calenturas ajenas, solo ilustra de manera cruel nuestra pobreza, no solo en lo deportivo, sino que también de nuestra identidad como nación. En tiempos de la selección olímpica del 68, los salvadoreños nos dividiamos por nuestras simpatías por Aguila, FAS, o Alianza. 40 ños después, las simpatias deben repartirse entre Real y Barcelona. Muy a mi pesar debo reconocer que esta alienación llegó al extremo de provocar muertes en El Salvador, durante un clásico Real-Barcelona. A esto se reduce nuestra tragedia.......

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