domingo, 12 de abril de 2009

Sucedió un Sábado de Gloria



Sucedió en San Isidro en 1979, o 1978. Durante la ceremonia de los encuentros del viernes santo, el padre Walter dejó ir una homilia que llegó a oídos de los agentes de la guardia nacional. Al día siguiente, los guardias se presentaron en la iglesia buscando al sacerdote, con no tan buenas intenciones. Afortunadamente, en ese momento el padre Walter se encontraba en Armenia y la cosa no pasó a más. Era el tiempo de Monseñor Romero, y en San Isidro no sabíamos que el padre Walter era una visita frecuente de Monseñor. Nosotros no lo sabiamos, pero algo se sentía en el viento. Desde que Walter llegó a San Isidro, organizó a los jovenes en la juventud católica, tal como había hecho en Armenia, y eso provocó que incluso algunos escépticos como yo, participaran por primera y única vez en su vida, en actividades relacionadas con la iglesia. Mi escepticismo era más que razonable. El sacerdote anterior, Oscar Marínez, llevaba una vida que no tenía nada que ver con lo que uno espera de un sacerdote católico. Se emborrachaba con los lugareños, levantaba jovencitas del lugar, fumaba en público, etc. En una ocasión, por casualidad también un sábado de gloria varios años antes, mi hermana y yo servimos como padrinos para la hija de un amigo. Después de la ceremonia oficiada por nuestro personaje, nos fuimos a la casa de los Granados, a comer tamales, y otras especialidades de estación que se ofrecían en ocasión del bautizo. Cerca de la medianoche apareció el padre Oscar y preguntó: ¿No tienen nada bueno?- Él esperaba un ofrecimiento etílico, pero nosotros en esa epoca no eramos alcoholicos practicantes, y nos limitamos a ofrecerle tamales, chocolate, etc. No recuerdo los detalles restantes, pero me imagino que Oscar Martínez tocó retirada en ese momento.

De regreso en la historia original. Esa tarde visité a la Sister Ascanio, en La Casona (la casa de campo de los propietarios de San Isidro), junto con otros miembros de la juventud católica, y le comentamos la situación. Nos pidió mantener la calma y nos proporcionó transporte para ir a Armenia a prevenir a Walter. Era sábado de gloria, y esa noche se debía oficiar una de las ceremonias más importantes de la semana santa. Queríamos evitar que Walter visitara San Isidro, por el peligro inminente que representaba una amenaza de la guardia nacional en aquel tiempo. Llegamos a Armenia a eso de las ocho de la noche, y en cuanto encontramos a alguien dispuesto a escucharnos, le explicamos la situación- no se preocupen- nos dijo- el padre Walter no va a ir esta noche a San Isidro, pero ya que ustedes están aquí, y disponen de transporte, les ruego que lleven con ustedes al sacerdote substituto. Así fue, y mientras regresabamos a San Isidro en la oscuridad del camino, yo contaba los segundos, ya que el peligro se podía cortar con tijeras en el aire. El sacerdote escribió algo en una tarjeta de presentación y me la entregó- en caso de que me suceda algo, por favor llame a este número, soy vicerrector de la UCA,.....- en ese momento me di cuenta de que me había escapado del fuego para caer en las brasas. Durante los primeros años de la guerra, supe que este personaje llegaría a ser el representante del FDR en Europa. El jesuita ofició la ceremonia en la cual se enciende el cirio pascual, y el fuego se distribuye entre la feligresía simbolizando el triunfo de la luz sobre la oscuridad. Vaya que el mensaje bíblico me caló hondo en esas circunstancias. Durante toda la ceremonia serví de asistente del sacerdote jesuita, y no paraba de contar los segundos, especialmente durante la parte de la ceremonia que se desarrollaba en el exterior de la iglesia. Afortunadamente, las aguas se calmaron esa noche, y yo estoy contando este cuento, que sucedió un sábado de gloria.

En 1980, moría asesinado Monseñor Romero, y la mayoría de personajes de la iglesia que he mencionado en este texto tuvieron que huir del país para salvar sus vidas. En Armenia, la mayoría de miembros de la juventud católica fueron asesinados. El sacristán apareció decapitado en represalia por no poder capturar a Walter. Años después supimos que existió una orden de captura y exterminio contra algunos de los miembros de la juventud católica de San Isidro, pero providencialmente un amigo de ellos, servía en el ejercito en ese tiempo, y les advirtió, de manera que escaparon a tiempo salvando así su vida. Los que no estábamos amenazados directamente tuvimos que ausentarnos, y algunos nunca pudimos regresar del todo de esa ausencia.

No hay comentarios: