jueves, 30 de abril de 2009

Dias de Abril y Mayo

Contrabandista de fronteraoficio duro se sabeque pan que niega el gobiernoa balazos igual se haceCANCION DE SANAMPAY

En Abril y Mayo de 1944 los salvadoreños se alzaron contra la dictadura de Maximiliano Hernandez Martínez. El 2 de Abril ocurrió el primer intento, que fue derrotado a los dos días por las tropas leales a Martínez. Finalmente el 26 de abril inició la denominada huelga de brazos caídos, la cual, entre un forzejeo y otro, obligó finalmente a Martínez a dimitir el 9 de Mayo. Mi padre, que era un revolucionario activo en esa época, me contó que el evento final que obligó a Martinez a renunciar fue el asesinato de un estudiante a manos de la policía el día 7 de Mayo. Se trataba de José Wright Alcaine, miembro de una de las familias acaudaladas de El Salvador, quien además era ciudadano estadounidense. El embajador de EE.UU. en El Salvador demandó la renuncia a Martínez. Oferta que el dictador no pudo rechazar. No me queda claro si Wright en realidad era estudiante universitario, lo que si es indiscutible, es que la muerte de un estadounidense influye más que la de cientos o miles de salvadoreños.

Lo que siguió en los meses y años siguientes fue un Martinato sin Martínez. El sucesor de Martínez fue derrocado en Octubre por Osmín Aguirre, y los revolucionarios salvadoreños tuvieron que huir a Guatemala, país en el que se iniciaba la administración de Juan José Arévalo. Los salvadoreños llegaron incluso a instalar un gobierno en el exilio en Ciudad de Guatemala. Mi padre hizo viajes repetidos entre El Salvador y Guatemala haciendo a veces el papel de correo, pero casi siempre el de contrabandista de frontera. En uno de esos viajes, se reunió con un joven activista opositor quien le entregó un mensaje que debía ser llevado personalmente al gobierno en el exilio. La reunión tuvo lugar en Santa Ana en un antro conocido como Molino Rojo. Durante la espera, me contó mi padre en repetidas ocasiones, escuchaban con nerviosismo las canciones de la cinquera (jukebox), una de las cuales quedó grabada para siempre en su memoria. Se trata de "Ramona" una canción famosa a nivel mundial en los años 30- Deben buscar en Atiquizaya a un hombre llamado Ventura V., él les va a ayudar a pasar la frontera- les dijo nuestro personaje. Ventura era un contrabandista de frontera profesional que tenía contactos a ambos lados, y dinero mediante servía a Dios y al Diablo con la misma devoción. Esa tarde encontraron a Ventura, en su casa, y este al percibir la inexperiencia de sus dos interlocutores, les sugirió que fueran a dar una vuelta al pueblo, ya que ese día se estaban celebrando las fiestas patronales- Vayan a la fiesta a darse un poco de aire- les dijo- y a lo mejor se van de regreso para sus casas, pasar la frontera con toque de queda es asunto serio- Entre un golpe de estado y otro el país estaba militarizado, y ser atrapado intentando atravesar la frontera equivalía a una sentencia de muerte.

Mi padre y su acompañante que eran tan insensatos como inexpertos, solamente hicieron un recorrido breve por la feria del pueblo y decidieron regresar con Ventura para anunciarle que estaban listos. Partieron ya entrada la noche. Hicieron la mayor parte del recorrido fuera de la calle principal. Ventura V. que montaba su caballo, conocía de memoria los puntos ciegos de las alambradas entre Atiquizaya y la frontera. El caballo lo conducía certeramente de un punto ciego a otro, y el alicate hacía el resto, hacer y deshacer nudos.- en este punto vamos a regresar a la calle principal- les dijo- si nos ven los soldados, sálvese quien pueda- advirtiendo de las patrullas que podían aparecer de un momento a otro. Cerca de la media noche estaban cruzando un teshcal, para evitar de nuevo la calle principal. En este zona el peligro no eran los soldados, sino las serpientes de cascabel. A la una de la mañana llegaron al Río Paz, y mientras bajaban al nivel del río, mi padre pudo escuchar los golpes de cola de los lagartos que en aquel tiempo abundaban en los ríos mayores de El Salvador. Finalmente, llegaron sin novedad al otro lado, en donde Ventura V., como todo buen contrabandista tenía una casa de seguridad.
















Esa noche descansaron en la casa, y en la mañana a primera hora iniciaron la marcha. A estas alturas, mucho tiempo después de haber escuchado los relatos de mi padre, me he visto forzado a reconstruir pasajes del viaje. Viendo el detalle de la zona con ayuda de las imágenes de Google Earth (en las cuales se puede comprobar que muy cerca de la frontera en efecto existe una zona de lava volcánica, o teshcal), he podido recordar que mi padre intentaba llegar ese día a Yupiltepeque, pero en algún punto de la ruta tomaron el camino equivocado y perdieron horas valiosas. Finalmente llegaron a Yupi o Yupil, desde la parte guatemalteca del volcán Chingo. Durante las horas que pasaron bordeando, y subiendo y bajando el Chingo, pudieron experimentar el fenómeno que los lugareños llamaban el monte vivo. De acuerdo a esa creencia, bajo determinadas condiciones, el comportamiento de los viajeros podía despertar o enojar al volcán y el terreno comenzaba a temblar. Llegaron ya bien entrada la noche, y mientras buscaban una pensión en donde pasar la noche, unos policías se les acercaron, presumiendo que eran exiliados salvadoreños, y les advirtieron que no eran tan bienvenidos. Los acompañaron para buscar un comedor, pero por la hora ya no había comedores abiertos o con disponibilidad de comida, y luego los escoltaron hasta que abandonaron el pueblo, y esa noche tuvieron que dormir en la montaña, a campo raso, y con el estomago vacío. La mala fortuna continuó el día siguiente, ya que a las 6 de a mañana que llegaron al punto de buses, se dieron cuenta que el único autobus que saldría ese día para ciudad de Guatemala, ya había partido. Desayunaron como pudieron, y se pusieron en marcha, a pie, dispuestos a llegar caminando hasta la capital. En algun momento del día los alcanzó un autobus que había partido de Jutiapa, y el conductor se detuvo por lástima, intuyendo que eran salvadoreños, los acomodó como pudo, y fue así que lograron llegar a buen puerto. Llegaron a Guatemala ya bien entrada la noche, y el conductor les sugirió que durmieran en el bus, para evitar ser víctimas de un asalto. De ese viaje en autobus, mi padre nunca pudo olvidar, que entre la carga se encontraban varios canastos con chile picante que habian comenzado a soltar su potencia ya que los canastos de chile iban apilados uno encima de otro. Los dos salvadoreños no pararon de llorar durante todo el viaje, y los chapines no pararon de burlarse. A la mañana siguiente se dirigieron al mercado central a buscar a una tía del compañero de viaje, quien los llevó a su casa, les dió comida y alojamiento, de manera que el día siguiente, ya bien bañados y comidos, pudieron entregar la correspondencia al contacto que tenían en la Asamblea Legislativa de Guatemala. Y así fue como transcurrió el primero de muchos viajes de mi padre como correo revolucionario. Al regreso de otro viaje similar, se incorporó a un grupo de compradores de cerdos, lo cual le permitiría una buena justificación de viaje. Al llegar a la ciudad fronteriza, que en este caso creo recordar que era Metapán, era obligatorio solicitar un salvoconducto para poder continuar viaje hacia el interior de El Salvador. Mientras hacía la fila, mi padre repasaba mentalmente el discurso que repetiría ante el funcionario del gobierno, cuando se dio cuenta de que se trataba de un conocido suyo de nombre Jacinto. La noticia no era del todo buena, ya que despues de la caída de Martínez, una turba había acosado a Jacinto, o Chinto como era conocido, y habían estado a punto de lincharle. Esto había ocurrido en Armenia, ciudad en la que mi padre se encontraba durante los días de abril y mayo, hasta que tuvo que huir tras el golpe de Osmin Aguirre. Jacinto reconoció inmediatamente a mi padre- ¿Y que andás haciendo por aquí Doroteo?- preguntó- Comprando cerdos- respondió mi padre- A mi no me vas a engañar, Yo se perfectamente en lo que andás- le dijo, y continuó- No creas de que por estar en el gobierno, he perdido mi forma de pensar, es por pura necesidad que hago este trabajo, y para que te tragues todo lo que has pensado de mi persona, te voy a dar un salvoconducto para todo el país- mi padre tragó grueso, tomó su salvoconducto, se despidió de Jacinto tratando de no perder la compostura, y se alejó de aquel lugar. En los años siguientes mi padre llegó a tener instalada una imprenta clandestina en la casa rural que ocupaba en Santa Ana, en la que mi hermana y yo viviríamos nuestros primeros años. No me cuesta imaginar, que de esa imprenta salían todos los panfletos revolucionarios que circulaban clandestinamente en la Santa Ana de la primera mitad de los años cincuenta, hasta que nuestra llegada al mundo puso fin a sus correrías como revolucionario del estilo "los que no tienen nada que perder". (....Espero terminar esta historia algún día.)

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1 comentario:

PorFIA dijo...

Un pequeño fallo en la fecha inicial. El alzamiento fue en 1944 y no en 1994.