lunes, 6 de junio de 2016

El Libro de Jorge Galán



El libro "Noviembre" de Jorge Galán, un título que aparentemente casi ninguna librería de El Salvador quiere vender, es una lectura obligada, por lo menos para los que ya no éramos unos niños en noviembre de 1989. La verdad casi siempre es inconveniente, y el riesgo de buscarla es que puede ser que no nos guste o que no nos convenga. Pero ¿cuál es el miedo?

Quizas por esta razón, es que ha costado tanto que una librería venda este título aquí en El Salvador, casi como un secreto a voces. En una sociedad provincial, en la que los asesinos y algunos genocidas son recordados como personas decentes, y existen monumentos, edificios o instalaciones militares con su nombre, lo "normal" es que un escritor como Jorge Galán debe huir del país justamento después del lanzamiento del libro.


Pero ya que a pesar de todo, existe al menos una librería que se atreve a venderlo, los lectores no deberíamos tener excusa para no leerlo. Yo lo encontré la semana pasada en la Librería "La Casita" y los catorce dólares (y fracción) que me costó son la  mejor inversión en mucho tiempo [en libros por supuesto]. "Noviembre" ha sido a partir de esta semana, mi lectura mientras viajo en el autobús rumbo al trabajo.

Por lo que leido hasta este momento, Galán estaría en camino de ser uno de los escritores más representativos de esta generación,  ya que es muy joven. Como diría Don Quijote: "Si ladran es porque cabalgas". En este caso ladran [por ego o por envidia malsana] incluso algunos colegas escritores [de esos que escriben biografías de quién sea, o por encargo]. Lo mismo hicieron con Moya cuando publicó "El Asco" y se tuvo que ir huyendo a un programa de protección de intelectuales en Alemania.

"Nunca es triste la verdad" -dice Serrat- "lo que no tiene es remedio". Así son estos libros, no dejan santo con cabeza, y a lo mejor no pocos salvadoreños, quedarán en evidencia con sus hijos, por no haber contado al menos ni media verdad. Dicen que el camino del infierno está pavimentado de buenas intenciones. Pero todo tiene su tiempo como dice el Eclesiatés, y este sería el tiempo para dejar de llamar decentes a los indecentes.



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