sábado, 7 de marzo de 2015

Una historia de profesores

Hace casi cuarenta años, Yo estudiaba tercer ciclo de ingeniería eléctrica  en la UES, y de acuerdo al plan de estudios llegaba el momento de tomar el curso de mecánica de los sólidos, tan famoso como su profesor, el Chele Ávila.  El Ing. Ávila era un profesor clásico, si es que ha habido un clásico en este lugar. La mayoría de los que tomábamos el curso utilizábamos una versión levemente pirata del texto  de Beer y Johnston, editada por la sociedad de estudiantes de ingeniería. Por supuesto que no todos los estudiantes usaban esta versión. Los que se lo podían permitir, exhibían con orgullo sus libritos originales, con figuras a color.

Las clases tenían lugar en el  Auditórium   Miguel Mármol, y si mi memoria no me falla, era difícil sino imposible, dormirse durante las mismas, dada la combinación de recursos que manejaba el profesor. Los diagramas de cuerpo libre hechos con yeso eran casi obras de arte. El estilo desenfadado con el que presentaba las clases ilustraba de alguna manera su dominio de los temas. Pienso que pocos de los que estudiaron con él habrán podido olvidar su estilo jocoso de ilustrar el producto vectorial y el torque, entre otras cosas.

El curso, en el que básicamente, el estudiante se ve confrontado con la necesidad de aplicar las leyes de Newton, estaba considerado en su tiempo el primer gran colador para los estudiantes de las carreras de ingeniería. 1976 no fue la excepción, y después del primer examen -del cual todavía recuerdo el problema más complejo- ocurrió un levantamiento de los estudiantes que habían reprobado el parcial, como se conoce en la jerga universitaria de la UES a los exámenes. El líder de la intifada era un estudiante jurásico, al que llamaban "Capirucho".

El Chele Ávila negoció magistralmente con los insurrectos, se estableció una comisión negociadora -en la que el profesor tuvo el buen tino de lograr que también se incluyera a estudiantes que habían obtenido un buen resultado en el examen- y al final pudo convencer a todas las partes interesadas acerca de la conveniencia de dividir el curso en dos grupos. Con esta jugada maestra, los estudiantes que habían obtenido un buen resultado no perdían su primera nota; mientras que el resto tendría una segunda oportunidad.

Largo tiempo pasado desde entonces, y sin embargo recuerdo nítidamente que en las noches en que nos desvelábamos preparándonos para los exámenes, comenzaban a sonar las notas de "Bohemian Rapsody". Siempre asocié dicha canción con la época de Sólidos I. Es la pista de sonido con la que quiero recordar a un buen profesor, a una Universidad que ya no es, y sobretodo una época en la que nuestro país aún tenía la pretensión vana de vivir en una edad de la inocencia.




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