lunes, 5 de agosto de 2013

El Chiyo y el Colibrí

La historia de que el Chiyo es el  Pájaro que sería Rey estaba tan difundida -en el norte llaman King Bird a un primo lejano suyo- que finalmente el humilde Chiyo terminó creyéndose Rey. Todo esto hasta que vio al minúsculo Colibrí realizar una maniobra imposible de emular: chupar miel de una flor de Chichipince, cantar,  mantenerse flotando, y al mismo tiempo tener a raya a un fotógrafo curioso que resultó el escritor de este blog. Debe ser magia muy poderosa -pensó el Chiyo- recordando a algunos cantantes de Salsa que no son capaces de cantar y mascar chicle al mismo tiempo. 

No creo que flote tirándose una ráfaga de gases tal como hago yo para realizar esos virajes de noventa grados con los que pongo a raya a los Gavilanes -se dijo a si mismo el Chiyo-. Una de dos, o espero algunos millones de años  a ver si funciona lo de Darwin, o le pregunto de una vez por todas a este dundo como es que funciona  el truquito ese..

- Contame como  hacés, no seas tan egoisto  -le dijo un buen día al Colibrí-

- Toma tu Pichón dormido -le respondió el Colibrí- si te  enseño la técnica, te vas a chupar la miel de todas mis flores rojas.

- No  -dijo el Chiyo- solo me gusta el sabor tetelque de las semillas de Chichipince cuando amanezco de  goma, el día después de poner alguna serenata. Es bien sabido que nosotros los Chiyos, somos un poco dados al Bel canto, de hecho en San Isidro tuvimos un trío hace casi cincuenta años, pero cuando fuimos a la radio nos cambiaron el nombre. Imagina, trío Montecristo en lugar de los Chiyos.

- No es para tanto -dijo el Colibrí- ustedes no son los únicos pájaros que cantan

- Hay otros como los Torogoces, pero son un poco destemplados, aunque no tanto como un conjunto de San Isidro de cuyo nombre no quiero acordarme

- Bueno -dijo el Colibrí- por de pronto te voy a pedir un favor, y dejamos la cuenta abierta.

- Echá la piedra

- Vos ponés a raya los Orioles, y pa luego es tarde......

- No sea así señor Colibri -dijo el Chiyo- sea peor...

Y así siguió aquella plática en la cual el Chiyo demostró que además de buen cantante, es buen negociador, ya que de la misma forma en que negocia -a picotazos- con los gavilanes de su reino -que generalmente es un árbol que le sirve de atalaya-  por fin convenció  al Colibrí de enseñarle el truco de flotar, cantar y -en su caso- comer  semillas de Chichipince... Lo de evadir fotógrafos, ni siquiera entra en la cuenta para el personaje de esta historia.



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