viernes, 8 de febrero de 2013

No es lo mismo ser buen ladrón que ladrón bueno

Desde la versión bíblica original del buen ladrón, las historias en que aparece otro buen ladrón no son tan frecuentes, pero esta semana pudimos seguir por internet la noticia de un ladrón de autos, el cual inadvertidamente robó un auto dentro del cual se encontraba una bebé de 7 meses de edad.

Contra todo pronóstico, el ladrón [muy asustado] llamó a la policía reportando el hallazgo y el sitio en el que había abandonado el auto. Una comentarista de las noticias que se pueden seguir en Yahoo se refirió al gesto del buen ladrón  como "casi honesto".

En el ámbito de la política no es lo mismo ser buen ladrón que ladrón bueno. Hace casi 30 años en un inusual ataque de sinceridad, el entonces diputado Guevara Lacayo declaró: "he robado pero jamás he matado..". Ahora se le recuerda principalmente por dicha frase, un pecado capital en política, ya que como dicen algunos practicantes del evangelio: "lo malo no es pecar, sino que los demás se den cuenta".  Los que no vivieron esa época, probablemente no entienden del todo el contexto de la declaración de Guevara Lacayo apuntando su dedo acusador a otros diputados que [según él] sí habían matado.


El caso Guevara Lacayo ya dejó bastante claro que al menos en El Salvador, la historia [y también la justicia] perdonan con más facilidad  a los que matan que a los que "confiesan" haber robado: por lo tanto no hay que hacerse grandes esperanzas de que algunos ex-presidentes (de lo que sea) nos muestren los estados de sus cuentas en los Bancos Suizos o de las Islas Cayman. Para muchos el pobre Guevara Lacayo ya ni tan siquiera necesita quebrarse la cabeza pensando en su epitafio. Él mismo lo acuñó hace casi treinta años.




   

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