lunes, 6 de febrero de 2012

Hace 98 años


Doroteo y Santos, Hijos de Víctor López y Arcadia Martínez nacieron en Las Delicias cerca de San Martín, ella en 1908, y él en 1914 en un día como hoy. Víctor fue hijo de Juan José López, quien siendo niño quedó perdido en la feria de agosto y fue adoptado al vuelo por unos comerciantes de San Martín.

El abuelo fue alcalde interino de San Martín en algún momento de la década de 1910 o 1920. De haber sabido leer y escribir, habría conservado la silla edilicia, de la que habían sacado a patadas al legítimo ganador -un tal Chico Panameño-, pero en aquel tiempo el abuelo en lugar de firma solo estampaba una gran "X".

El abuelo también fue un poco bandolero y algo brujo, por decirlo de algún modo. Una vez apareció con una imagen del Cristo Negro que nadie supo de donde había salido -o de donde la había saqueado-. Con la imagen se las arregló para organizar rezos, y por supuesto para sacarles algunos pesos a los creyentes..

Llegó a sus oídos la historia de que en la puerta del templo de Esquipulas aparecían huesos y calaveras. No lo pensó dos veces y se fue a saquear tumbas para complementar su escenografía. Cuando ocurrió la erupción de 1917, el abuelo consiguió el mayor rating de su historia. Pero luego aparecieron los misioneros católicos quienes lo denunciaron como charlatán -aunque en realidad se trataba de competencia desleal-. De aquella aventura solo le quedó el apodo de Víctor Calavera.

Doroteo, mi padre, hasta el último de sus días, mantuvo la añoranza del hogar, sobretodo mantuvo vivo el recuerdo de Arcadia, de su Pinol, de los conejos aliñados para ir a comerlos a Las Delicias. Rosa, la mujer que lo acompañó durante sus últimos años cocinaba muy bien la receta de Pinol:

- A Rosa le ha quedado muy buena -me comentaba mientras comíamos en su casa de San Isidro y el ángel de la nostalgia revoloteaba a nuestro alrededor- pero a Arcadia le quedaba mejor.

Hoy se cumplen 98 años desde que Arcadia lo trajo al mundo. A Él lo recuerdo con la sensación de que sus zapatos siempre me quedarán grandes, y a Ella con la gratitud del que sabe que nunca podrá pagar...


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