lunes, 1 de febrero de 2010

La Rebelión de los Títeres

La relación entre el títere y el ventrílocuo, o entre el títere y el titiritero no es fácil. Tampoco está libre de conflictos la relación entre el títere y su creador. Ambos compiten ya sea por los aplausos, o por los favores que pueden ser ganados en sus actuaciones. Citando a J.J. Millas: "hay temporadas en que el muñeco es más listo que su dueño,... en las que el muñeco es el ventrílocuo". Desde el principio existe un conflicto de interés entre títere y dueño.

Otra fuente de conflictos se desata cuando el muñeco tiene la presunción de que su dueño lo puede desechar debido a la llegada de un títere nuevo equipado con accesorios más sofisticados, o cuando el desgaste acumulado por el uso excesivo lo vuelve inútil. Normalmente los títeres no actúan por iniciativa propia (de hecho ni siquiera levantan la mano si el dueño no lo ordena), pero tratándose de una situación en la cual el títere viejo ya es desechable, no queda otra alternativa que hacer a un lado el protocolo. Como botón de muestra tenemos la reacción de Woody, el personaje de Toy Story, tras enterarse de que va a ser reemplazado por un muñeco de última generación.

En fin, ya sea porque el títere es más listo que el dueño, o porque tiene sospechas justificadas de que podría ser desechado en la próxima temporada, el hecho es que -en tiempos recientes- compañías completas de títeres han abandonado a sus dueños y se han establecido por su cuenta (o al menos eso es lo que pretenden). Estoy seguro que los investigadores y estudiosos del arte se deleitarán elaborando artículos, estudios, y tesis doctorales, acerca de como -en este y en otros campos- la vida imita al arte y viceversa.

A pesar de todo, los títeres no siempre se rebelan intencionalmente en contra de sus dueños. A veces no cumplen los deseos de estos por problemas de comunicación. El hilo mediante el cual el titiritero controla al muñeco es frágil y se puede romper por abuso, o por mal cálculo. A veces los títeres asumen que conocen perfectamente lo que le conviene al dueño, y actúan por su cuenta. Otras veces, durante las decisiones cruciales, la línea de comunicación puede quedar obstruida, y en este caso los títeres pueden actuar involuntariamente en contra de los designios superiores:

Waldo Chávez Velasco relató durante una entrevista concedida en los años 90 a un periódico nacional, que mientras fungió como embajador salvadoreño ante organismos internacionales, su tarea casi única era votar siempre igual que el embajador de EE.UU. A veces -decía- un embajador gordo obstruía la línea de visión, y en varias ocasiones votamos involuntariamente en contra de la posición de EE.UU.

El caso de Pinocchio, es más complicado, y excepción hecha del gusto por las mentiras y las travesuras, en general se puede decir -a manera de ejemplo- que los motivos de muchos políticos son más primitivos que los del famoso buratino. Esto, si nos atenemos a las especulaciones en las que está basada la trama del film "Artificial Intelligence". Por otra parte, Pinocchio tenía un problema de transparencia: le crecía la naríz después de mentir, disfuncionalidad que para su fortuna, los políticos no padecen. En todo caso el conflicto de Pinocchio es con su creador. Incluso se podría decir que es debido a un problema de identidad. Y mejor hasta aquí dejamos este texto, ya que el ejemplo de Pinocchio está demasiado elevado para hacer analogías con los políticos salvadoreños.


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