sábado, 2 de mayo de 2020

Inventario

"las puertas del cielo y del infierno, son indénticas y adyacentes"
Nikos Kazantzakis

Hace algún tiempo le escuché decir muy sabiamente a alguien cuyo nombre en este momento no puedo precisar, que la mayoría de personas se vienen a enterar de que no son inmortales cuando rondan los cuarenta. Yo pienso, que en mi caso, exceptuando aquellas ocasiones excepcionales en las que la muerte pasó muy cerca, pero hizo su trabajo y se marchó; y uno que otro ataque de pánico, en medio de la noche, que en alguna ocasión más bien me inspiró un texto no tan malo, bueno exceptuando esas excepciones, valga la redundancia, nunca como en esta época, había tenido tanto tiempo para afrontar mí mortalidad.

Los sesenta y cinco no deberían ser una edad tan mala, al menos intelectualmente uno se siente realmente vivo, y de provecho para los demás. Hasta hace poco, Yo todavía corría tras el autobús, como diría Benedetti; o quizás debería decir, todavía me emborracho, como dice Sabina; pero lo más terrible es que todavía sueño que los sueños todavía son posibles, como diría Yo. Uno de mis grandes héroes, Carl Sagan, murió a esta edad. Apenas si hubo tiempo para terminar "Contact". Suerte la nuestra, que vivimos para presenciar esos sueños imposibles que solo alguien como Sagan pudo soñar. También hasta poco, creía que decir la muerte era como decir los demás; y que lo tuviera que ocurrir era un planeta lejos de aquí, como dice Aute.

En realidad, habiendo nacido en El Salvador rural de mitad de los años cincuenta, debería considerarme muy afortunado de llegar a este punto de la historia. De acuerdo a mi padre, estuve a punto de morir a los dos o tres años de edad, por parásitos. Mi generación presenció de alguna manera,  el asesinato de los Kennedy, el de Luther King,  las noticias de la revolución cubana, el lanzamiento al espacio de Yuri Gagarin, la llegada del hombre a la luna, aunque en El Salvador aquello no fue gran noticia, ya que ocurrió en el tiempo de la guerra con Honduras, y por supuesto la primera clasificación de El Salvador a un Mundial. Con la llegada de los radios portátiles de bajo costo, ni en San Isidro pudimos ser inmunes a The Beatles, ni al rock de finales de los sesenta y comienzos de los setentas. 

Tampoco pudimos ser inmunes a Javier Solis, Felipe Pirela, la Billo´s Caracas Boys, ni a Ray Coniff. Ni mucho menos a la música que sonaba en los bailes del mercado de San Isidro los sábados de pago por la noche. Ni en San Isidro  nos escapamos  tampoco de las noticias de los fraudes electorales de los setentas, ni dejar de constatar que el huevo de la serpiente estaba por eclosionar. El mal se estaba incubando desde hacía casi cincuenta años, y a mi generación,  le reventó en la cara. Para cuando vinieron a suceder fechas como el 30 de julio de 1975, el 28 de febrero de 1977,  el 15 de octubre de 1979,  el 24 de marzo de 1980,  yo todavía era un muchacho que estudiaba ingeniería eléctrica, y a lo mejor quería ser otra cosa. Cuando vinieron a suceder fechas como el 10 de octubre de 1986, o el 16 de noviembre de 1989, yo ya había comenzado mis pasos como docente.

En comparación a mi vida anterior, se puede decir que los últimos 27 años habían sido relativamente tranquilos. Pocos sustos, como el accidente en el que mi vi involucrado en el año 2000, mientras viajaba de pasajero sobre la carretera hacía Santa Tecla, cuando otro vehículo que salió de la Jerusalem, nos golpeó en la esquina trasera izquierda.  Menos de un año después, sucedió el gran terremoto de 2001. Aquel sábado 13 de enero, había traído a mi padre a pasar consulta con el médico. Don Fito era el conductor. En la ruta desde el occidente, pasamos por las Delicias, eso debe haber sido unas dos horas antes del terrémoto. De regreso, hicimos una parada en la zona del redondel Beethoven, para comprar medicinas para mi padre, y también aproveché para pasar al super Europa, ya que a la hora de almuerzo estaríamos en San Isidro. A punto de pagar estaba en el Super, cuando la cajera dijo -está temblando, el resto es historia.  Mi padre se vió forzado a permanecer toda la semana siguiente fuera de San Isidro. Aquella sería la última vez de pasar un tiempo juntos.

Así llegamos de nuevo a la edad media, con una peste digna de los relatos de Bocaccio, desatando los mismos temores ancestrales que no se veían desde 1918. Lo que sea que siga despues de este tiempo, será un mundo de ciencia ficción. Hay varios mundos posibles, pero como diría Kazantzakis "las puertas del cielo y del infierno, son indénticas y adyacentes".  Mientras tanto, seguimos confinados, más conscientes que nunca de nuestra mortalidad y sobretodo de nuestra fragilidad, como individuos y como especie.  Queda por ver si el día después de mañana (si es que hay  day after tomorrow), optamos por la puerta correcta. No es inusual en estos días, experimentar la misma sensación que debe haber experimentado el personaje principal del film "El Séptimo Sello" de Bergman, un caballero que regresa de las cruzadas y encuentra su región desolada por una pandemia. En medio de aquel infierno, nuestro personaje reconoce la figura de la muerte, y además intuye su propósito. El caballero reta a la muerte a jugar una partida de ajedrez con el propósito de ganar tiempo para poner sus asuntos en orden. Tratar de ganar tiempo frente a un rival semejante es un acto tan desesperado, cómo inútil. El tiempo ganado por el caballero de Bergman, en realidad es tiempo concedido por un rival omnipotente. Así me siento en este momento, justamente como el caballero de Bergman.






1 comentario:

Unknown dijo...

En una semana Santa vi la pelicula de Barrabas le cambie el apodo al Buey de Mefistofeles a Barrabas porque el Buey lo mas malo que a llegado a ser es que es Beodo y mugeriego y Mefistofeles es el mero Cachudo. Por otra parte la pelicula me hizo pensar que en realidad Jesucristo si dio la vida por los pecadores, porque por el primero que dio la vida segun las escrituras fue por Barrabas en el que nos encontramos representados el comun de los pecadores. Luego en un video del Licenciado Catolico que suelo ver, menciono que un pintor no creyente dibujo una pintura donde estaban unas almas viendo el rostro de jesucristo o sea Dios para los catolicos cristianos, por toda la eternidad y que ese era el cielo y el infierno. Porque para el creyente el cielo es contemplar a Dios por toda la eternidad y para el verdadero malo y no creyente como satanas el infierno es ver a Dios y del que quiere estar lo mas lejos posible. Esto lo dijo porque realmente el infierno esta reservado para el demonio y sus angeles y para los que realmente han seguido su camino.

Le Saluda, Chevez.