sábado, 6 de abril de 2019

Un Corazón sin Distancias

Para los que hemos crecido, al menos biológicamente, escuchando cantautores, al final se termina estableciendo una relación muy asimétrica con estos artistas, ya que por ejemplo, en el caso de Serrat, sus canciones estuvieron tan presentes en nuestras vidas, que  en no pocos casos llegamos  a considerar -ingenúamente- su figura como la de una especie de hermano mayor que nos aconseja y de alguna manera nos guía con sus canciones.

Cuando por fin tenemos la oportunidad de asistir a uno de sus conciertos, es cuando la asimetría se vuelve más evidente. Serrat, o cualquier otro cantautor viene a ser como de la familia, según nosotros, sin embargo; para el cantautor, para los cantautores, nosotros los mortales apenas somos puntos en la multitud, ruido de fondo, rostros fugaces, si acaso tenemos la oportunidad de acercarnos un poco, compañías inoportunas que quieren autografos y selfies.

Siempre existe la excepción que viene a confirmar la regla, y en el caso de los cantautores, la excepción tiene nombre y apellido: Alberto Cortez. Desde sus primeras visitas a El Salvador, Cortez se distinguió por visitar el campus de la Universidad de El Salvador, para presentar en lo posible un recital gratuito para los estudiantes, quienes según sus propias palabras casi siempre andan más bien escasos de dinero.

En 1973 o 1974, durante uno de estos recitales, las cosas comenzaban a salirse de control, ya que Cortez se percató de que había estudiantes colgados de las ventanas del Auditorium de la Facultad de Derecho, y suspendió la presentación, sugiriendo buscar un lugar más seguro al aire libre. De alguna manera, la masa se movió hasta la plaza situada frente al comedor universitario -la Plaza Roja-, y allí continuó el recital.

El cantautor publicó hace algunos años en su página web, el texto "Recuerdos de El Salvador", en donde relata entre otros recuerdos de nuestro país, lo sucedido durante aquel recital en la así llamada Plaza Roja de la Universidad. Lo que no cuenta Cortez, es que a raíz de aquellas visitas, entabló amistad con uno de los estudiantes miembro de AGEUS, que había participado en la organización  del recital.

No conozco los detalles de la historia, y a decir verdad prefiero no conocerlos, pero varias fuentes confirman que Cortez aceptó ser padrino de bautizo de un  hijo (o hija, no estoy seguro),  de H. S.,  estudiante de ingeniería mecánica, originario de Sonsonate. Esta historia se parece un poco a la de John Reed, quién practicamente inventó el oficio de corresponsal de guerra durante la revolución mejicana, y de paso fue padrino de bautizo del hijo de uno de los lugartenientes de Pancho Villa.

A pesar de que el cantautor argentino se caracterizó casi siempre por cantar las cosas simples de la vida, no pudo evitar ser etiquetado como cantante de protesta o algo peor, por los organismos de censura de las repúblicas bananeras de centro y sur américa. A la hora de las redadas de música  considerada de protesta en la época de la guerra fría, los discos y cassettes de Cortez eran tan peligrosos como los de Los Guaraguao, y fueron retirados de las tiendas de discos en países como El Salvador.

Para los que crecimos escuchando a Serrat y Cortez en mi pequeño pueblo de San Isidro, canciones como "Distancia" y "Mi Árbol y Yo", parecían tener la medida exacta de nuestras nostalgías y añoranzas futuras. Nuestro inventario sentimental también contiene referencias exactas de discos  de 45 RPM, discos LP y cassettes recién copiados, recién prestados, y recién robados.  "Un corazón sin distancia quisiera, para volver a mi pueblo", dice la canción ......







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