lunes, 26 de noviembre de 2018

El Séptimo Sello



Cualquier partida que se juegue contra la muerte, está perdida de antemano. A lo sumo, y haciendo nuestro mejor esfuerzo, podemos retardar brevemente lo inevitable, pero al final, la partida ya está decidida. Esa más o menos es la trama de "El Séptimo Sello", la obra maestra del director sueco Ingmar Bergman: un caballero que regresa de las cruzadas encuentra su región diezmada por la peste, y en medio de la fatalidad, reta a la muerte a una partida de ajedrez para ganar tiempo.

Sensaciones similares se perciben cuando el azar o el destino lo llevan a uno a los pasillos de la muerte en el sistema público de salud de El Salvador, o cualquier país del tercer mundo. La probabilidad de presenciar en primera persona la muerte de otro ser humano mientras se encuentra uno a la espera de ser atendido en una sala de emergencia es bastante significativa. Hasta este punto de la vida, he visitado los pasillos de la muerte acompañando a otros; pero en un día no tan lejano, ya llegará mi turno de jugar mi partida de ajedrez, y desplegar todos mis movimientos con el único fin de ganar un poco de tiempo.

Ganar tiempo frente a rival tan implacable es un movimiento tan desesperado, cómo inútil. La conocida historia -del criado que encuentra a la muerte en un mercado de Bagdad, y ruega a su amo que le preste un caballo para huir a Basora esa misma noche, y la posterior conversación del amo con la muerte en donde ésta exclama sorprendida: "Qué extraño que todavía se encuentre a esta hora en Bagdad, ya que tengo un cita con él  en Basora a medianoche"- ilustra que el tiempo "ganado" por el caballero de Bergman en realidad es tiempo concedido por un rival omnipotente.

Durante los últimos dos meses, la fatalidad me ha llevado a arrastrame nuevamente por los pasillos de la muerte de nuestro país. Es imposible hacer un recorrido semejante sin perder un poco o bastante de lo que llaman alma, motivo central de la lucha del caballero de Bergman. Ni tan siquiera es mi propia  partida de ajedrez y buena parte de mi humanidad ya se ha perdido por el drenaje. Como también  diría Dylan: "Aún no llega la oscuridad, pero no tardará."




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