martes, 18 de octubre de 2016

Sobrevivir en El Salvador es un deporte extremo

Decía Roque Daltón, en su tiempo, que los salvadoreños merecíamos un premio Nobel por el nada simple hecho de ser salvadoreños. Ayer recibí una dosis de refuerzo, cortesía del conductor del autobus 101-D, en el que viajaba de regreso al lugar en el que vivo, situado entre San Salvador y Santa Tecla. Al principio del viaje, el conductor me resultó bastante simpático, por la música de los Beatles que programó durante el recorrido, sin exceso de deciBelios. Sin embargo, todo parece indicar que del virus que han pescado  estos infelices no se escapa ninguno. En un cierto punto sobre la calle La Mascota cerca de la escuela americana, es decir una zona de ricos y famosos, nuestro personaje tuvo la genial ocurrencia de sobrepasar en sentido contrario (apenas $57.14 en la tabla de multas del reglamento de tránsito), y se armó el caos. Un par de pequeños autos que venían bajando de poniente a oriente sobre La Mascota, practicamente tuvieron que subir a la acera para evitar que el Cafre de la 101-D los arrollara, y este, tratatando de evitar la colisión, estuvo a punto de impactar contra otro autobus que se encontraba detenido en una parada de autobus. Todos los  pasajeros, sobrevivientes de este episodio, quedamos sin habla, incluidos este servidor y uno de mis estudiantes con quien conversaba en ese momento. En otro tiempo, los salvadoreños nos hacíamos respetar un poco más. De un tiempo a esta parte, nos irrespetan a diario. No solo los Cafres ......

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