lunes, 13 de abril de 2015

Desdúdeme

Hace casi 25 años me encontré "Memoria del Fuego" una trilogía  en la que -entre otras cosas-  Eduardo Galeano presentaba una recopilación de leyendas de nuestra América. Dos de esos textos se quedaron para siempre en mi repertorio: La leyenda del  Conejo y La Leyenda de la Yerba Mate.

En tiempos de la Rectora María Isabel Rodríguez, tuvimos la oportunidad -única- de ver y oir a "Hugh" Galeano cuando visitó la UES para recibir el doctorado Honoris Causa. Al finalizar el acto en el auditórium de Derecho, muy a su estilo, nos explicó a los asistentes, que ya se tenía que marchar para ver por TV un partido de la selección de Uruguay. También muy a su estilo llegó a El Salvador en autobus.

Hace unos 15 años más o menos, colaboró con Serrat con el texto de la canción "Secreta Mujer, en la que parieron el verbo "desdudar"..  Nunca me pude "desdudar" de si el verbo fue invención del Hugh, o de Serrat, o más bien algo a cuatro manos, en el mejor estilo de Lennon & McCartney.


Secreta mujer

No puedo dormir.
No puedo dormir.
Atravesada entre los párpados
tengo una mujer,
secreta mujer
tan sol y tan luna
que abre mis ojos y me obliga a ver
mi desventura y mi fortuna.
Y no me deja dormir
esa mujer,
esa secreta mujer.

Arránqueme, señora, las ropas.
Desnúdeme.
Arránqueme, señora, las dudas.
Desdúdeme.
Arránqueme, señora, las ropas y las dudas.
Desnúdeme. Desdúdeme.


El conejo / Leyenda Zapoteca

El conejo quería crecer.

Dios le prometió que lo aumentaría de tamaño si le traía una piel de jaguar, una de mono, una de cocodrilo y una de serpiente.

El conejo fue a visitar al jaguar.

Dios me ha contado un secreto- comentó confidencial.

El jaguar quiso saber y el conejo anunció un huracán que se venía.

-Yo me salvaré porque soy pequeño. Me esconderé en algún agujero. Pero tú, ¿qué harás? El huracán no te va a perdonar. Una lágrima rodó por entre los bigotes del jaguar.

-Sólo se me ocurre una manera de salvarte- ofreció el conejo-. Buscaremos un árbol de tronco muy fuerte. Yo te ataré al tronco por el cuello y por las manos y el huracán no te llevará.
Agradecido, el jaguar se dejó atar. Entonces el conejo lo mató de un garrotazo y lo desnudo.

Y siguió camino, bosque adentro, por la comarca de los zapotecas.

Se detuvo bajo un árbol donde un mono estaba comiendo. Tomando un cuchillo del lado que no tiene filo, el conejo se puso a golpearse el cuello. A cada golpe, una carcajada. Después de mucho golpearse y reírse, dejó el cuchillo en el suelo y se retiró brincando.

Se escondió entre las ramas, al acecho. El mono no demoró en bajar. Miró esa cosa que hacía reír y se rasco la cabeza. Agarró el cuchillo y al primer golpe cayó degollado.

Faltaban dos pieles. El conejo invitó al cocodrilo a jugar a la pelota. La pelota era de piedra: lo golpeó en el nacimiento de la cola y lo dejó tumbado.

Cerca de la serpiente, el conejo se hizo el dormido. Antes de que ella saltara, cuando estaba tomando impulso, de un santiamén le clavo las uñas en los ojos.

Llego al cielo con las cuatro pieles.

-Ahora créceme- exigió.

Y Dios pensó: “Siendo tan pequeñito, el conejo hizo lo que hizo. Si lo aumento de tamaño, ¿Qué no hará? Si el conejo fuera grande, quizás yo no sería Dios.”

El conejo esperaba. Dios se acercó dulcemente, le acarició el lomo y de un golpe le atrapo las orejas, lo revoloteó y lo arrojo a la tierra.
De aquella vez quedaron largas las orejas del conejo, cortas las patas delanteras, que extendió en la caida, y colorados lo ojos, por el pánico.
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Publicado por:
Eduardo Galeano, Memoria del Fuego I, Siglo XXI Editores, México, 1991.



La Yerba Mate

Eduardo Galeano


La luna se moría de ganas de pisar la tierra. Quería probar las frutas y bañarse en algún río. Gracias a las nubes pudo bajar desde la puesta del sol hasta el alba…
Las nubes cubrieron el cielo para que nadie advirtiera que la luna faltaba. Fue una maravilla la noche en la tierra. La luna paseó por la selva del alto Paraná conoció misteriosos aromas y sabores y nado largamente en el río…

Un viejo labrador la salvo dos veces cuando el jaguar iba a clavar sus dientes en el cuello de la luna. El viejo degolló a la fiera con su cuchillo y cuando la luna tuvo hambre la llevo a su casa. “Te ofrecemos nuestra pobreza” dijo la mujer del labrador y le dio unas tortillas de maíz.

A la noche siguiente desde el cielo la luna se asomó a la casa de sus amigos. El viejo labrador había construido su choza en un claro de la selva muy lejos de las aldeas. Allí vivía como en un exilio con su mujer y su hija. La luna descubrió que en aquella casa no quedaba nada que comer. Para ella habían sido las últimas tortillas de maíz. Entonces iluminó el lugar con la mejor de sus luces y pidió a las nubes que dejasen caer alrededor de la choza una llovizna muy especial.

Al amanecer en esa tierra habían brotado unos árboles desconocidos. Entre el verde oscuro de las hojas asomaban las flores blancas. Jamás murió la hija del viejo labrador. Ella es la dueña de la Yerba Mate y anda por el mundo ofreciéndola a los demás. La Yerba Mate despierta a los dormidos corrige a los haraganes y hace hermanas a las gentes que no se conocen.

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