domingo, 2 de junio de 2013

Modernizar y Civilizar

Cita del artículo ¿La Hora de las trincheras? de Mario Vargas Llosa en donde comenta  la destitución de Arturo Fontaine del Centro de Estudios Públicos (CEP),  modelo chileno que fue Copied and Pasted para crear instituciones como Fusades.

"........ los patrocinadores del CEP habrían descubierto que Arturo Fontaine es demasiado independiente para su gusto y que se toma libertades ideológicas que no convienen a su idea particular de lo que debe ser el centro derecha, es decir, una derecha sin centro que la estorbe. Lo habrían advertido en el hecho de que Arturo aceptó formar parte del Directorio del Museo de la Memoria que creó el Gobierno de Michelle Bachelet, y, sobre todo, en sus opiniones sobre el tema de la política universitaria, asunto que, como es sabido, ha dado origen a intensos disturbios y manifestaciones de estudiantes contra el Gobierno de Piñera y es objeto de una polémica que lleva ya bastante tiempo en Chile (comenzó en los tiempos de la Concertación).
Pero la crítica que hace Fontaine a la situación universitaria chilena es la siguiente: que, en un país donde las leyes prohíben explícitamente que haya universidades privadas con ánimo de lucro, muchas instituciones hayan encontrado la manera de burlar la ley haciendo pingües negocios en este dominio. ¿Cómo? Muy sencillamente: alquilando terrenos o vendiéndolos a la Universidad o construyendo los campus universitarios a través de empresas que hacen las veces de testaferros de los mismos propietarios. Las sumas que Fontaine señala que se habrían ganado en los últimos años mediante esta burla de la legalidad (la de la “universidad fabril” la llama) son astronómicas.Antes de escribir este artículo he leído las dos conferencias y las entrevistas que ha dado Arturo Fontaine sobre este asunto y creo poder resumir con objetividad su pensamiento. Él piensa que la Universidad es una institución que no sólo prepara profesionales sino forma ciudadanos y personas y que por lo tanto requiere un régimen especial, y que no debería ser materia de lucro, porque, cuando lo es —cita al respecto abundantes estadísticas de Estados Unidos y de Brasil, dos países donde las universidades privadas con ánimo de lucro son lícitas—, incumple su función y suele preparar profesionales deficientes. No está contra las universidades privadas, ni mucho menos, a condición de que no distribuyan beneficios entre sus accionistas sino que los reinviertan enteramente en la propia institución, como hacen Harvard o Princeton.

Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo con esta postura de Arturo Fontaine —muchos liberales lo están y muchos otros no lo están—-, pero nadie que cree que el respeto de la legalidad es un principio básico de la civilización podría discrepar con él cuando exige que en Chile se cumpla la prohibición legal de hacer negocios con la Universidad. O que, en todo caso, se cambie la ley y se autoricen las universidades privadas con fines de lucro. Pero, en ese caso, estas empresas deberán funcionar como las otras, sin las prerrogativas de que gozan ahora todas las universidades (exoneración de impuestos y subsidios estatales, por ejemplo)."

......

Héctor Soto, uno de los más lúcidos analistas chilenos, escribió en su columna de La Tercera con motivo de este asunto que el gran mérito de Arturo Fontaine fue “su aporte en términos de modernizar y civilizar a la derecha”. No la modernizó ni civilizó lo bastante, por desgracia.

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