viernes, 25 de noviembre de 2011

El Poder de las Pesadillas

Hace algunos años me encontraba en una reunión del IEEE Standards Board en la Ciudad de México, y durante uno de los cócteles organizados para estimular la conversación, por alguna razón que tiene que ver más con el Tequila que con el vino blanco, varios participantes terminamos enfrascados en el aparente callejón sin salida -en este caso no acerca de la existencia de Dios- acerca de la existencia de las frágiles democracias latinoamericanas sin "caudillos, ni redentores" militares.

En algún momento un profesor universitario estadounidense -quien alegaba a su favor su pasado con los jesuitas- dijo que al menos había que reconocer la más que probada capacidad de los "caudillos y redentores" militares para educar a los pueblos. A mi no se me ocurrió otra cosa que reconocer que el gringo tenia razón: "a nosotros nos educaron bien" -le respondí y agregué- " Nosotros les tenemos miedo".

El poder de las pesadillas es indiscutible. No hablamos de fantasmas como alegan algunos que ahora practican aquel refrán que dice "el que no llora no mama". Muchos protagonistas de carne y hueso andan sueltos y tienen el descaro de recordarnos cada vez que las circunstancias lo permiten que -al menos en este país- su poder todavía no ha alcanzado la fecha de vencimiento.

A manera de ejemplo puedo traer a memoria una historia que conozco en primera persona. En los días de 1980 cuando la intervención de la Universidad de El Salvador era inminente, los que estudiábamos o trabajábamos en el campus, literalmente experimentamos la misma pesadilla durante muchas noches: soldados entrando y disparando en el campus, como en la canción de Neil Young.

La pesadilla se hizo realidad el 26 de junio de 1980: los soldados entraron y dispararon. El campus permaneció clausurado durante cuatro largos años. El poder de las pesadillas se hizo realidad nuevamente en el campus de la UCA en noviembre de 1989, esta vez en una modalidad más selectiva de exterminio de la inteligencia.

Para mayor eficacia, el poder de las pesadillas se debe aplicar indiscriminadamente. Deben sentir miedo tanto los "buenos" como los "malos". Maquiavelo lo expresó con claridad en su regla de oro para gobernar: "Es preferible ser temido que ser amado". En esta arena frecuentemente se traslapan los significados de miedo y respeto. El lado más oscuro de este mecanismo, es que una vez que se echa a andar no permite ninguna forma de control por parte del resto de la sociedad. ¿Quién va vigilar a los que nos vigilan?

Respecto a este y otros temas hay que reconocer que somos una sociedad dividida. Como dice una canción de León Gieco "el que manda a matar lo hace para sentirse más seguro". Ese es el quid de la cuestión. Solamente durante los años de plomo, los señores de la guerra enviaron al cielo casi 80,000 almas. Los que comandaban a los perpetradores -de cualquier bando- lo hicieron para sentirse más seguros. Lo inquietante es que un porcentaje significativo de la población acepta esta justificación. Esta es una lección muy pertinente.



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