En un día como hoy, en 1908, nació en Las Delicias, San Martín; Santos
López, segunda hija de Victor López y Arcadia Martínez. Fueron sus
hermanos:
Juan Diego, el mayor; Doroteo, mi padre, nacido en 1914; e Inés, el
menor de todos, quien de acuerdo a lo que ella me relató, falleció poco
tiempo después de la erupción de 1917, según sus palabras, debido a que
se le secó la leche a Arcadia por el susto de la erupción y los terremotos que
sucedieron. Por caprichos del
destino los tres hermanos que sobrevivieron en algún momento cambiaron
de
nombre parcial o totalmente, como Juan Diego, quien en sus últimos años
se hacía llamar Víctor, igual que el abuelo. Cuando mis hermanos y yo
llegamos al mundo y a la vida de Mamaría -así la la llamábamos- ella
ya era una mujer mayor que trabajaba en el mercado de Sonsonate, vendiendo queso y al mismo tiempo intentando construir la Utopía.
Recuerdo nítidamente los preparativos para la fiesta del 15 de
septiembre de 1962, recorriendo las escuelas de Sonsonate para ver los
altares patrios. También la recuerdo dando un discurso aquel 15 de
septiembre, en el parque Rafael Campos, a la sombra de un monumento
dedicado a fray Patricio Ruiz, un religioso mejicano cuyo nombre lleva
la escuela en la que ella me había matriculado ese año para estudiar
primer grado. Aquel año me convenció de no asistir al acto de clausura
escolar, porque probablemente pensó que yo no tenía muchas
probabilidades de pasar de grado -como se dice
en El Salvador- y quería evitarme mi primera vergüenza pública. Después
de todo, mi primera nota en matemáticas había sido un 1.0 (uno punto cero).
Recuerdo que en aquel tiempo, uno de sus temas favoritos de conversación
con los compradores era la expectativa de trabajo que representaba
para los sonsonatecos, el nuevo ingenio Central Izalco. En aquel puesto
del mercado, es difícil recordar si se habló para bien, o para mal,
de Julio
Rivera, el nuevo presidente. Así transcurrían mis días, por las
mañanas en la escuela Patricio Ruiz, por las tardes junto a ella en el
puesto del mercado y a la salida del mercado, casi siempre
acompañándola, ya que permanecía vendiendo en las inmediaciones del
mercado de Sonsonate hasta que oscurecía. Todavía recuerdo algunas de
las canciones que sonaban en las cinqueras de los negocios de las calles
vecinas al mercado, mientras esperábamos a terminar la venta del día.
Durante aquellas tardes de mercado llegaron algunas de
las noticias que conmocionaron al mundo hace más de medio siglo.
Todavía tengo presente la atmósfera de un dia de noviembre, cuando de un
puesto del mercado a otro, se fue regando como pólvora, la noticia del
asesinato de John Kennedy. No se supo ni entonces ni ahora el nombre del
asesino. Aquella y otras noticias la conocimos juntos en el mercado de
Sonsonate....
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