Hasta hace poco, yo pensaba que ya había visto todo lo que había que ver y oír en los autoabuses, aquí en esta ciudad; pero esta tarde-noche me sorprendieron con algo que ni en mis escenarios más optimistas, yo habría imaginado. Un tipo se subió al autobús, se presentó asimismo como amante de la música lírica -tuvo que explicar previamente a los mortales que esa es la forma culta de referirse a la ópera- en ese momento ya había captado mi atención, y acto seguido comenzó a cantar. Un par de niñas que viajaban sentadas junto a su madre, quedaron petrificadas, y a juzgar por la expresión en sus rostros, es bastante probable que hayan llegado a pensar que si movían un tan solo músculo, el encantamiento llegaría a su fin.
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