Cuando los habitantes de Macondo despertaron de la enfermedad del sueño, los pasteles de cumpledías se ordenaban por facebook, las pupusas por whatsapp y los "you are fired" por tweeter......
viernes, 29 de enero de 2021
miércoles, 27 de enero de 2021
27 de enero: día del nacimiento de Mozart
sábado, 23 de enero de 2021
jueves, 14 de enero de 2021
Lecturas
El texto pseudo-histórico de Woody Allen, dedicado al inventor del sandwich, me lo encontré por vez primera en una edición de la revista Selecciones del Readers Digest, hace más de 40 años. Una revista ultraconservadora, que a falta de otra lectura, era de lo mejor que se podía leer en San Isidro. Mi padre que era amante de la lectura, devoraba los ejemplares de esta publicación con el mismo afán con que un náufrago devora alimentos tras un prolongado ayuno involuntario. Allí descubrí "No todo lo que vuela es OVNI" de Carl Sagan, "El Paraíso del Tonto", de Isaac Bashevis Singer, Juan Salvador Gaviota de Richard Bach, "El Pastor" de Frederik Forsyth, y otros. Sospecho que "El Principito", también lo descubrí en Selecciones. Debo confesar que escribiendo este párrafo, pude reencontrar el texto de Singer, el cual busqué infructuosamente durante más de 40 años. En las fotografías que aparecen en la parte superior, se muestra el único ejemplar de Selecciones que pude salvar de la colección de mi padre. Se pueden ver anotaciones a mano realizadas por él sobre la portada de la edición de mayo de 1979, marcando el artículo de la página 33, "Encuentros con Mundos Lejanos". Nada mal como elección, el mejor artículo para el mejor lector.
Woody Allen: Breve pseudo-historia del inventor del sandwich
"Estaba hojeando una revista mientras esperaba a que Joseph K., mi asistente, terminara su acostumbrada consulta de cincuenta minutos de todos los martes con un psicoterapeuta de Park Avenue, cuando, por casualidad, di con una frase a pie de página que atrajo mi atención tanto como la notificación de un cheque sin fondos.
Sin embargo, no se trataba más que de uno de esos artículos en rúbricas pseudoculturales tipo “Conozca usted la vida de…” o “¡A que no lo sabe!”, pero su evidencia me sacudió con la fuerza de las primeras notas de la Novena de Beethoven. “El sándwich”, decía, “fue inventado por el conde de Sándwich”. Estupefacto por la noticia, volví a leerla y me estremecí con un temblor involuntario. Mis ideas se arremolinaron mientras evocaba los sueños, las esperanzas y los inmensos obstáculos que debieron acompañar el invento del primer sándwich. Se me humedecieron los ojos cuando miré por la ventana las centelleantes torres de la ciudad y experimenté una sensación de eternidad, maravillado por el lugar inextirpable del hombre en el universo. ¡El hombre, el inventor!. Los cuadernos de anotaciones de Da Vinci se cernieron sobre mí -valientes hipótesis para las más elevadas aspiraciones de la raza humana- Pensé en Aristóteles, Dante, Shakespeare. El primer folio de sus obras. Newton. El Messiah de Haendel. Monet. El impresionismo. Edison. El cubismo. Stravinsky. E= mc2…
Me concentré con firmeza en la imagen mental del primer sándwich, conservado en una vitrina del Museo Británico y dediqué los tres meses siguientes a la elaboración de una breve biografía de su gran inventor, el conde de Sándwich. Aunque mis conocimientos de historia no son muy brillantes y aunque mi capacidad para novelar los hechos supera con mucho la del común de los aficionados al ácido, espero haber captado al menos la esencia de este genio ignorado y deseo que estas notas sueltas induzcan a algún verdadero historiador a trabajar sobre él a partir de estos datos.
1718: nace el conde de Sándwich en una familia de aristócratas. El padre está encantado por haber sido nombrado jefe herrador de su majestad el rey, posición de la que disfruta durante bastantes años hasta que descubre que no es más que un herrero y renuncia, amargado. La madre es una simple huérfana de extracción germánica cuyo sencillo menú consiste esencialmente en manteca de cerdo y avenate, aunque a veces demuestra cierta imaginación culinaria al confeccionar un postre de natas, huevos, vino y azúcar.
1725-1735: asiste a la escuela, donde aprende latín y a montar a caballo. En la escuela toma contacto por primera vez con los embutidos y muestra especial interés por los cortes muy finos de roast-beef y de jamón. Para cuando se gradúa, esto se ha convertido ya en una obsesión . Su tesis “El análisis y los fenómenos concomitantes de la merienda de la tarde”, es considerada por sus compañeros de estudio como estrambótica.
1736: ingresa a la Universidad de Cambridge, a instancias de sus padres, para seguir estudios de retórica y metafísica, pero muestra poco entusiasmo por los mismos. Es acusado de robar pan y de llevar a cabo experimentos antinaturales con ese material. Las acusaciones de herejía terminan en expulsión.
1738: desheredado, se refugia en los países escandinavos donde, durante tres años, estudia intensivamente el queso. Fascinado por la gran variedad de sardinas que encuentra. A su regreso a Inglaterra, conoce a Nell Smalbore, hija de un verdulero, y contrae metrimonio. Ella le enseñará todos sus conocimientos sobre la lechuga.
1741: reside en el campo con una modesta herencia y trabaja día y noche apretándose con frecuencia el cinturón para ahorrar y comprar comida.
1745: después de cuatro años de frenética labor, está convencido de haber alcanzado la antesala del éxito. Expone ante sus colegas dos trozos de pavo con una rebanada de pan en el medio. Todos rechazan su obra salvo David Hume, quien presiente la inminencia de algo grandioso y le alienta a seguir. Gracias a la amistad del filósofo, vuelve a su trabajo con renovado vigor.
1747: en la miseria, no puede darse el lujo de trabajar con roast-beef o pavo y se dedica al jamón que es más barato.
1758: su creciente aceptación entre los manipuladores de la opinión pública hace que la reina le encargue “algo especial” con motivo de un almuerzo con el embajador de España. Trabaja día y noche experimentando con cientos de posibilidades y, por fin, a las 16 horas y 17 minutos del 27 de abril de 1758, crea la obra que consiste en varias tajadas de jamón cubiertas, encima y por debajo, por dos rebanadas de pan de centeno. En un golpe de inspiración, adorna la obra con mostaza. Es un éxito inmediato, y queda encargado para el resto del año de los almuerzos del sábado.
1760: cosecha un éxito tras otro creando “sandwiches” como se los denomina en su honor, con roast-beef, pollo, lechuga y casi cualquier fiambre concebible. Recibe la Orden de Jarretera.
1769: en su residencia de campo, recibe la visita de los hombres más ilustres del siglo: Haydn, Kant, Rousseau y Ben Franklin se detienen en su casa, algunos disfrutando de sus admirables creaciones, otros con pedidos para llevar.
1778: aunque fisicamente cansado, todavía investiga nuevas formas y escribe en su diario: “Trabajo hasta altas horas de la noche y tuesto todo lo que encuentro en un intento por mantener el calor”.
1783: para celebrar su sexagésimo quinto cumpleaños, inventa la hamburguesa y hace giras personales por las grandes capitales del mundo. En Alemania, Goethe sugiere servirlas con panecillos, una idea que deleita al conde quien, más tarde, dice del autor de Fausto: “Este Goethe es un gran tipo”.
1790: en una exposición retrospectiva de su obra, celebrada en Londres, sufre un repentino ataque de dolores en el pecho y se le vaticina una muerte inminente, pero se recupera lo suficiente como para supervisar la construcción de un monumento al sándwich. Su inauguración en Italia produce serios disturbios y allí permanece incomprendido salvo para unos pocos críticos.
1792: cae víctima de un virus que no puede tratar a tiempo y fallece mientras duerme. Es enterrado en Westminster Abbey, y miles de personas presencian sus funerales. En esa ocasión, el gran poeta alemán Höderlin resume sus logros con una manifiesta reverencia: “Liberó a la humanidad del almuerzo caliente. Todos estamos en deuda con él"
miércoles, 6 de enero de 2021
Hoolingans
hooligan
Voz ingl.
1. m. Hincha británico de comportamiento violento y agresivo.
Fuente: https://dle.rae.es/hooligan
Así define el diccionario de la Real Academia Española, la palabra Hooligan: como una voz inglesa, y referida exclusivamente al futbol. En realidad, de acuerdo a John Carlin, en su artículo "Inglaterra País Hooligan", ser o comportarse así, es the english way en relación al resto del mundo. Carlin ha filosofado acerca del comportamiento Hooligan de celebridades, como el entrenador Mourinho, del comportamiento Hooligan [y suicida], de los electores ingleses que votaron a favor del Brexit, y también acerca del Hooligan político más poderoso e innombrable del mundo. De hecho, incluso existe un quiz hilarante diseñado por Carlin, de acuerdo al cual, éste personaje luce como un cachorrito comparado con Mourinho, en términos de narcicismo; pero el entrenador es menos funesto, ya que por fortuna para el resto de la humanidad, su campo de acción se reduce al futbol.
Por ejemplo, Mourinho en el pasado reciente, antes de un partido de futbol contra un rival difícil, generalmente mataba el chucho* a tiempo, culpando anticipadamente al árbitro, a la prensa, el estado del césped, o a sus propios jugadores. Los Hooligans políticos aplican esta metáfora en las contiendas electorales, es decir aceptaré los resultados sí y solo sí "Yo" gano. Creo que estas frases las hemos escuchado recientemente, y esta semana hemos visto el trailer de las consecuencias. En Inglaterra y en Europa, nadie en su sano juicio permitiría circular libremente a una horda de Hooligans armados hasta los dientes, mucho menos acercarse a la Cámara de los Lores, al Palacio del Elíseo, o al Palacio del Quirinale.
Bueno, esta semana hemos comprobado las consecuencias extremas de investir a un Hooligan como jefe de estado, superando en estos términos incluso a "los otros" jefes de estado Hooligans como el premier británico (etcétera), que a la postre ha demostrado una pequeña dosis de realismo tras padecer en carne propia las secuelas de la pandemia y las aftermaths del Brexit. Pienso que inclusive Mourinho se sentiría superado, o al menos igualado, con aquello de matar el chucho a tiempo y culpar a sus jugadores por perder un partido: Jamás Hollywood se había atrevido a tanto. Los narcisistas suelen decir: Me felicito a mí mismo; pero en casos de extrema necesidad a lo mejor se vale decir: Me perdono a mí mismo [por enviar mis hordas a la trifulca y quedarme viendo la TV].
* Salvadoreñismo. Chucho: perro. Ver: Rivas, Pedro Geoffroy. "El Español que hablamos en El Salvador". Dirección General de Publicaciones, 1979.