lunes, 31 de marzo de 2014

Tarde de Domingo




martes, 25 de marzo de 2014

Quinteto Tiempo en la UES

Iba caminando un poco después de las 6 de la tarde, ayer, pensando que a esta hora asesinaron a Monseñor Romero hace 34 años, y justo cuando pasaba por el cine teatro de la UES escuché unas viejas voces conocidas, y era el quinteto Tiempo, en ese momento estaban cantando "El Río esta llamando". Cambié mis planes inmediatamante y me uní al público en la plaza que se encuentra entre las gradas de la antigua biblioteca y la facultad de Derecho.

Y allí estaban Alejandro, mucho más viejo que como yo lo recordaba, Santiago - el primera voz- probablemente con el pelo teñido, ya que no es posible que solo él siga jóven, y los otros, cantando para conmemorar el 34 aniversario de la muerte de Monseñor Oscar Arnulfo Romero.  De los temas que interpretaron hemos seleccionado "fiesta de Guardar y "te Recuerdo Amanda". Bella sorpresa  la del día de ayer 24 de marzo.




lunes, 24 de marzo de 2014

Hace 34 años

Hace 34 años, el 24 de marzo también fue Lunes. Apenas un día antes, Monseñor habría pronunciado su  última homilía, con la que según algunos firmó su sentencia de muerte, pero siguiendo en el relato original, el reloj pasaba ya de las seis de la tarde, y me encontraba en la Universidad de El Salvador, en un examen parcial de una asignatura -sistemas digitales- que cursaba en aquel tiempo. A esa hora, en los altavoces de los estudiantes de la facultad de Ingeniería y Arquitectura, se escuchó la noticia del asesinato de Monseñor Romero. En ese momento, se desató el sálvese quién pueda,  y aquel fue un examen parcial que nunca pudimos concluir.

Recuerdo haber abandonado el campus en compañía de Mario, un estudiante chapín que se radicó en nuestro país, y Neto, uno de mis compañeros de estudio, entrañable, quien murió de cancer hace unos 25 años. Mario tenía un Corola, y al nomás salir de la universidad nos percátamos del riesgo significativo de que el carro en el que viajabámos terminara convertido en barricada.  Mario y Neto iban hasta Santa tecla, de manera que el "ride" hasta Merliot, era  providencial. Mientras duró el viaje, no decíamos nada, pero la tensión se podía cortar con tijeras.

Al llegar a la casa en la que vivía con mi hermana, la desolación había tomado la palabra. A pesar de que estábamos presenciando la culminación de la crónica de una muerte anunciada, a pesar de eso y muchas otras cosas, nada nos había preparado para lo que recién empezaba aquel día. En el noticiero Teleprensa pudimos ver las declaraciones de Monseñor Ricardo Urioste  desde el hospital de la Divina Providencia. Por alguna razón, algunas de sus palabras,  quedaron grabadas para siempre en mi memoria:  "Y esa es la razón de su asesinato, el haber querido la justicia, el haber querido la paz. Por eso repito que todo el pueblo bueno de El Salvador está de luto, hay quienes no lo están, sino que están de gozo. Esa es una gracia negra, ese es el pecado mayor que en este país se ha cometido"


El domingo siguiente iniciaba la semana santa, y durante toda la semana previa al domingo de ramos, estuve evaluando -una y otra vez- la posibilidad de ir a visitar la capilla ardiente en catedral y tomar algunas fotografías, pero la tensión del momento me obligó a diferir una y otra vez la aquella visita, ya que cada vez que repasaba mentalmente la logística de ir a catedral -en autobus- y volver a la universidad, en aquellas circunstancias, la prudencia me decía que no era tan buena idea. Sin embargo, la prudencia me abandonó el día del funeral: el domigo de ramos. De todos los días que pude haber escogido para rendirle tributo a Monseñor, escogí el más dramático de todos, el resto es historia.










jueves, 20 de marzo de 2014

miércoles, 19 de marzo de 2014

Su Diario

Acerca del viaje de  Monseñor Romero a Roma, del 28 de abril al 9 de mayo de 1979.

SÁBADO, 28 de abril de 1979
     (Continúa.) La noche en que uno vuela de América a Europa es una noche sumamente breve. Y ya amanecimos el sábado 28 de abril en Madrid; por el retardo que tuvimos en Santo Domingo, es ya el mediodía de este sábado. Y por haber perdido la combinación de avión que nos llevaría a Roma, por el retraso sufrido en Santo Domingo, se nos da un vuelo en ALITALIA, pero con el descuido de no habernos embarcado nuestras dos valijas. Al darnos cuenta en Roma, a donde llegamos como a las 3 de la tarde, reclamamos en ALITALIA, la cual únicamente nos prometió hacer el reclamo a Madrid. Pero no contentos con esperar el resultado de un reclamo, pensamos que en los vuelos subsiguientes podía llegar esa misma tarde nuestro equipaje y así pasamos esperando hasta la diez de la noche en que llegó el último vuelo sin traer nuestro equipaje. Entonces sí encarecimos al señor encargado de ALITALIA que hiciera el reclamo y que nos urgían nuestras valijas. Nos prometió enviarlas a nuestro hospedaje cuando llegaran.
     En un taxi de un señor ya bastante de edad, pero muy amable, nos condujo a la casa de las madres dominicas de la Anunciata que tienen en Monte Mario para huéspedes. Todavía encontramos algunos obispos españoles que estaban cenando, pues habían llegado tarde como nosotros y así pudimos compartir la cena que no habíamos tomado. [152]
     Así transcurre otro día verdaderamente dichoso, porque encontrarme en Roma, para mí, siempre es una bendición del Señor.
DOMINGO, 29 de abril de 1979
     ¡Este amanecer en Roma evoca tantos recuerdos! Estos paisajes que yo conocí cuando estudiaba mi Teología, cuando me ordené sacerdote y viví mis primeros meses sacerdotales, es una renovación para mi espíritu. Ahora, con nuevas responsabilidades, siento que Roma es una bendición del Señor que confirma mi misión, mi trabajo, que Dios comparte dándome esa dicha de poder colaborar humildemente en la implantación de su Reino en el mundo.
     Es el día de la beatificación del padre Francisco Coll, fundador de las religiosas dominicas de la Anunciata. Pero hasta hoy me doy cuenta que no solamente él será beatificado, sino el padre Labal, un francés que trabajó en la evangelización de los negros liberados de la esclavitud. Las dos figuras, dos grandes misioneros, dos grandes evangelizadores. El Papa destacó en su homilía esta característica que coincide con sus principales preocupaciones de la catequesis, para lo cual prepara un próximo documento tomado del Sínodo de 1977, que fue precisamente sobre la catequesis.
     Como no tenía ropa, pues mi valija no ha llegado, un obispo, el señor obispo de Tarragona, me prestó una sotana y una faja que me quedaron exactamente a mi medida. Una providencia también del Señor porque así pude entrar con los obispos a un puesto muy distinguido en la ceremonia de la beatificación.
     He visto de cerca al Santo Padre, he gozado con aquel coro, con aquella participación del pueblo. No hay duda que la renovación litúrgica ha cambiado notablemente el triunfalismo de otros tiempos en una verdadera asamblea de oración, de reflexión.
     El Papa, con su sencillez característica, sin silla gestatoria, caminando con todos los concelebrantes, es objeto de un entusiasmo cada vez mayor.
     A la hora de la beatificación se descubre, como siempre, en la gloria de Bernini, las dos imágenes de los dos nuevos beatos y son saludados con un caluroso aplauso y con el Te Deum, mejor dicho con el canto del Gloria a Dios en el Cielo. Luego siguen las lecturas. Se leyó la primera lectura en español en honor al padre Coll; la segunda, en francés, en honor al beato Labal y el Evangelio en latín.
     El Papa pronunció una preciosa homilía en que unió las glorias de los [153] dos beatos y las orientó hacia la preocupación actual de la Iglesia, que la verdadera evangelización y la catequesis de los hombres.
     Cuando salíamos era ya casi el mediodía. El Papa, a pesar del cansancio de la ceremonia, tuvo una audiencia para las dominicas y para todos aquellos que se han interesado y participan en esta beatificación. Y a las doce, un poco pasadas, se asomó como de costumbre al balcón de su habitación desde donde dirigió nuevas palabras en torno al concepto de la catequesis y de los dos ejemplos de evangelizadores que eran los dos nuevos beatos. Dijo que para él era un día sumamente importante porque, por primera vez, hacía este servicio de pontífice a la Iglesia, de darle dos nuevos ejemplares de santidad y esperaba que fueran sus grandes protectores en el cielo. El discurso fue interrumpido varias veces por el aplauso de aquella plaza que estaba completamente llena. Al final evocó cosas concretas de la semana, felicitó, se unió en oración a muchas intenciones de Roma y del mundo. Mencionó los conflictos de Uganda y de otras partes del mundo pidiendo oraciones por la paz. Y así rezamos con esta motivación el Regina Celi, que es la oración del mediodía a la Virgen, en el tiempo pascual.
     Al regresar a la casa de las hermanas dominicas encontré varias personas conocidas entre las religiosas, obispos y sacerdotes, ya que las hermanas habían convidado para una recepción y un almuerzo que resultó sumamente fraternal y animado.
     La tarde la dediqué al descanso y por la noche, después de cenar, salí para conocer la ruta que me conecta con la plaza Risorgimento, que ocuparé para mis diligencias en Roma. Es un camino sumamente breve desde el hospital de la Universidad Gemeli, donde tiene su terminal la ruta 50, hasta Piaza Risorgimento que está muy cerca del Vaticano donde también tiene su terminal. Me parece, pues, un servicio muy útil para mi situación. Después de dar una vuelta por la plaza de San Pedro, ya no se ve iluminada la ventana de la habitación del Papa; parece que está en reparación y él vive en otro lado. Regresé con la satisfacción de haber vivido un día tan lleno y feliz en esta Roma inmortal.
Lunes, 30 de abril de 1979
     La provincial de Centroamérica de las hermanas dominicas, la madre Nieves, me da la grata noticia de que ya contestaron de ALITALIA, que ya me encontraron las valijas y que ella irá a recogerlas al aeropuerto. Yo salí hacia el Vaticano para ver el resultado de mi solicitud de audiencia con el Santo Padre.
     Una lluvia torrencial me impidió caminar más rápido y luego me encontré, sorpresivamente, con la casa donde fabrican sotanas y se venden [154] todos estos asuntos eclesiásticos y perdí gran parte de la mañana en este negocio que, por otra parte, fue muy oportuno para dar tiempo de que me hagan dos nuevas sotanas.
     Compré un traje clergyman y fui al Vaticano, donde lamentablemente no encontré al prefecto de la Casa Pontificia, quien tendría la razón que darme acerca de la audiencia. Solamente me dijeron que preguntara al día siguiente.
     Esta tarde, en un teatro dominico, se representó en una forma muy artística, aspectos de la vida del nuevo beato dominico, el padre Francisco Coll. Los números eran representados por jóvenes de Barcelona, la mayoría.
     Y de ahí nos dirigimos a la iglesia de los dominicos, en la plaza Minerva, donde concelebramos, presididos por el cardenal de Barcelona, unos sesenta entre obispos y sacerdotes, y la iglesia completamente llena de religiosas y de peregrinos que habían venido a la peregrinación, a la beatificación del padre Coll. Fue impresionante esta concelebración y un nuevo motivo de santificación para la congregación fundada por este ilustre dominico. Por mi parte, sentí la alegría de esta vida de la Iglesia que siempre es fecunda en santidad.
     Por la noche nos mostraron, en la cena, más de ciento cincuenta retratos tomados en la ceremonia de la beatificación para que señaláramos los que quisiéramos comprar; pero como son sumamente caros, más de tres dólares cada uno, había que limitarse en las peticiones.
MARTES, 1 de mayo de 1979
     En Roma, el Primero de Mayo, día del trabajo, se suspende toda actividad comercial y también dejan de circular los buses por donde uno puede conducirse a diversas partes. Para aprovechar este día, sin embargo, tuve que ocupar taxis bastante caros, pero así pude ir a preguntar nuevamente a la Casa Pontificia por mi audiencia con el Papa; pero también la Casa Pontificia, la prefectura de la Casa Pontificia, estaba cerrada. Y a pesar de que un guardia suizo me dejó tocar la puerta, me di cuenta que era de más esperar.
     Me dirigí luego a la Casa Generalicia de los padres jesuitas, donde un asistente del Padre General, de América del Sur, me recibió muy amablemente, indicándome que los de Centroamérica estarían hasta por la tarde. Y me dio esperanzas también de una audiencia con el padre Arrupe. Una vez que conoció mi nombre, el Padre se mostró mucho más atento y agradecido por lo que se ha hecho en nuestra Arquidiócesis por la Compañía de Jesús. [155]
     Luego me dirigí a la Casa Generalicia de las oblatas al Divino Amor, donde sorprendí muy gratamente a la madre general, la madre Gloria. Ahí también saludé a la madre Valle y a todas las religiosas del Consejo Superior. Me invitaron a almorzar con ellas y departí momentos muy cordiales. Tuvieron la bondad, la Madre General y la madre Juana, que es amiga ya de la visita anterior, de conducirme en carro hasta mi posada, donde las madres dominicas, en Monte Mario.
     La tarde se ocupó en la concelebración, a la seis de la tarde, en la hermosa basílica del Corazón de María, donde los padres claretianos, para significar una antigua amistad con el nuevo beato padre Coll, invitaron a los dominicos. El padre general de los dominicos y el padre general de los claretianos asistieron al celebrante principal que fue el cardenal Tarancón, a quien saludé y también muy amablemente me ofreció su casa en Madrid cuando pasara por allá.
     La concelebración estuvo espléndida, lo mismo que ayer; unos 60 entre obispos y sacerdotes, y el amplio templo completamente lleno de religiosas y de peregrinos. Predicó el padre general de los claretianos sobre las similitudes entre estos dos santos, San Antonio María Claret y el padre Francisco Coll.
     Al regresar a la casa me dieron razón que el padre Arrupe tenía mucho interés en platicar conmigo y que hablara para concertar la visita, lo cual haré mañana, si Dios quiere.
MIÉRCOLES, 2 de mayo de 1979
     Hoy participé en la audiencia general del Papa. Tuvo lugar en la plaza de San Pedro ya que la cantidad de peregrinos ascendía a unas ciento treinta mil personas; entre ellas estaba el numeroso grupo de religiosas dominicas y de peregrinos que habían venido a la beatificación del padre Coll, así como también los religiosos y peregrinos de la beatificación del padre Labal, y muchos peregrinos más que llenaban completamente la plaza.
     El Papa sale por la puerta de las campanas y recorre en jeep, en diversas direcciones la plaza, saludando cariñosamente a todos. La muchedumbre, naturalmente, aplaude cuando el Papa pasa junto a ellos. Al bajarse del jeep y dirigirse a la sede, todavía se entretiene varios minutos más platicando y dando la mano a los que están en el trayecto. Y desde la Cátedra invoca el nombre de la Santísima Trinidad y da comienzo la alocución después de señalar, el secretario, los diversos grupos de habla italiana. El tema que abordó el Papa fue el de la Santísima Virgen María ya que nos encontramos comenzando el mes de la Virgen, que coincide con el tiempo pascual. [156]
     Los conceptos profundos y agradables van saliendo de la boca y del corazón del Papa, el cual culmina con un sentido de nostalgia, al mencionar a la patrona de su pueblo, Nuestra Señora de Czestochowa, a la cual él visitaba al principio de mayo cuando se celebran allá las fiestas patronales, y hoy no podrá asistir, pero que a principios de junio asistirá con todos los obispos y demás peregrinos, que saldrán al encuentro del Papa en su visita a su país.
     El Papa dirigió también el saludo y el mensaje abreviado en lengua francesa, alemana, española, catalana, portuguesa. Al terminar sus palabras llamó junto a su trono a todos los obispos, que éramos unos cuarenta, y junto con el Papa dimos la bendición. Después fue saludando uno por uno, allí en el mismo trono. Al estrecharle la mano y pedirle una bendición para la Arquidiócesis de San Salvador, él me dijo que tendríamos que platicar en privado, lo cual -le dije- que era mi mayor deseo y que había solicitado la audiencia. Espero que el Papa me concederá esta audiencia privada y por eso no le entregué los papeles que llevaba preparados como memorándum, por si no era posible tener la audiencia, para que quedaran en sus manos varios asuntos que deben completar el informe del Visitador Apostólico. En el memorándum le pregunto al Santo Padre sus orientaciones, después de las informaciones que, sin duda, habrá traído muy abundantes el Visitador Apostólico, así como le dejé fotocopia de la carta mandada en noviembre con la diversidad de problemas que, como metropolitano, informaba a su Santidad acerca de la situación de la Iglesia y del Estado en nuestro país.
     Ahí mismo, al bajar de la sede del Papa, platiqué con monseñor Martín y monseñor Monduzzi, encargados de organizar las audiencias, para rogarles encarecidamente la audiencia que solicité desde antes de Semana Santa. Me dieron esperanza, pero para la semana próxima.
     Insistiré, porque es mi mayor deseo y mi mayor necesidad conversar con el Papa en esta visita a Roma.
     Por la tarde, fui a la Curia Generalicia de los jesuitas, donde saludé al padre Juan Bosco y con el cual concertamos la conferencia telefónica del miércoles para transmitirla por nuestra emisora YSAX. En Salvador hablaba para este diálogo monseñor Urioste y el diálogo se refirió a las diversas formas en que he encontrado a Roma, y principalmente, la ceremonia de la beatificación del domingo, la audiencia de este día y también el rezo del Regina Celi en la plaza de San Pedro.
     Informé que el Papa, en esta temporada breve que he estado yo en Roma, ha ejercitado un magisterio muy abundante de doctrina principalmente acerca de la Santísima Virgen María, acerca de la catequesis, de la cual eran modelo los dos beatificados, acerca de la vida religiosa que se ha [157] visto con motivo de estas beatificaciones de dos religiosos, muy representada en Roma. Y referí también cómo el Papa felicitaba y agradecía a todas las personas que se dedican a la catequesis, recomendándoles que fueran como los dos bienaventurados, testigos vivientes, que viven de verdad la resurrección de Jesucristo, como el Señor dijo en el Evangelio del domingo recién pasado: «Me conoce el que guarda los mandamientos».
     Me convidaron los jesuitas para almorzar mañana con el padre Arrupe, así como también con otros jesuitas que tienen interés en dialogar conmigo acerca de la situación de El Salvador y de otras circunstancias que también a mí me servirán de mucho. También recibí invitación de los padres claretianos para ir a cenar mañana a la iglesia del Corazón de María con el padre general de los claretianos. Lo haré con sentimientos de gratitud para las comunidades claretianas que trabajan en nuestra Arquidiócesis.
JUEVES, 3 mayo de 1979
     Obispos y sacerdotes españoles que han venido a la beatificación del padre Coll y estaban en la residencia de las hermanas dominicas, han regresado a sus residencias durante todo el día. Me he quedado bastante solo, pero he ocupado el día en arreglar algunos asuntos. En primer lugar, fui a la prefectura de la Casa Apostólica para concertar mi audiencia con el Papa que posiblemente tendré el miércoles o jueves de la próxima semana, porque me explican que hay muchos obispos en visita Ad Limina y ellos tienen la preferencia en estos días. Expliqué, por mi parte, la urgencia de ver al Papa dada la situación de mi Diócesis y mi situación de estar tan lejos y querer aprovechar el tiempo en otros asuntos también. Sin embargo, caigo en la cuenta, y he de tener paciencia para esperar mi turno.
     Fui luego a pedir las audiencias con el cardenal prefecto de la Congregación para los Obispos, Baggio, y el cardenal Pironio, prefecto de la Congregación para los Religiosos. A este último, más bien, en carácter amistoso.
     Fui a almorzar a la Curia Generalicia de los padres jesuitas. Y me hicieron el honor de ponerme en la mesa del padre Arrupe con quien conversé antes de almuerzo sobre la situación eclesial de mi país. Y él también me contó varios proyectos de la Compañía en América Latina. El padre Juan Bosco Estrada, muy buen amigo de la Curia Generalicia, me cedió después del almuerzo su cuarto para hacer un rato de siesta. Conversé también con varios jesuitas que se interesaron por la situación del país, la cual es muy importante dado el trabajo mundial que aquí se lleva.
     Visité luego, bajo una tarde primaveral, la iglesia de los Doce Apóstoles, bajo cuyo altar de la confesión se encuentra la tumba de los apóstoles [158] San Felipe y Santiago el Menor, cuya fiesta se celebra litúrgicamente este día 3 de mayo.
     Olvidaba decir que por la mañana hice también una nueva visita a la basílica de San Pedro y junto a los altares, muy queridos de San Pedro y de sus sucesores actuales en este siglo, pedí mucho por la fidelidad, por mi fe cristiana y el valor, si fuera necesario, de morir como murieron todos estos mártires, o de vivir consagrando mi vida como la consagraron estos modernos sucesores de Pedro. Me ha impresionado más que todas las tumbas, la sencillez de la tumba del Papa Pablo VI.
     Visité hoy la Universidad Gregoriana. Me asomé al aula principal y a todos aquellos claustros que me recuerdan los años de mi juventud estudiantil. ¡Recordé tantas cosas!
     Luego visité al padre López Gall, con quien sostuve una conversación muy interesante que me hizo conocer el criterio que se tiene de mi actuación en varios sectores de la Curia romana. Y él me dijo que era todo muy positivo y que siguiera adelante. Me dijo también con sencillez de amigo, el juicio negativo que se tiene en algunos sectores para con los escritos teológicos del padre Jon Sobrino.
     Finalmente, fui a cenar a la Casa Generalicia de los padres claretianos, habiendo compartido la mesa principal con el Padre General, que mañana saldrá rumbo a Alemania para festejar a su antecesor, que ya cumple más de ochenta años de vida. Recordé con ellos los días de mi seminario menor y también mi primera misa, que celebré precisamente en el templo anexo a este centro de autoridad claretiana, el templo del Corazón de María. Y al pedírseme un autógrafo para su libro de visitas, escribí así: «Hoy he vuelto a mis orígenes... Al cenar con ustedes, he recordado el seminario menor que hice con los queridos padres claretianos. Y en este lugar celebré mi primera misa en 1945. Gracias y bendición».
VIERNES, 4 de mayo de 1979
     Preocupado por el asunto principal de mi visita a Roma, después de asistir a la beatificación del padre Coll, fui nuevamente a la prefectura de la Casa Pontificia a apresurar la concesión de la audiencia con el Santo Padre. No encontré a monseñor Martín, pero dejé la dirección más clara donde podía remitirse la respuesta, esperando hablarle telefónicamente cuando esté en su oficina. No ha dejado de preocuparme mucho esta actitud para con un pastor de una diócesis, cuando he pedido con tiempo la audiencia y se va dejando al tiempo la respuesta; hasta temo que no se me vaya a conceder porque hay muchos obispos en visita Ad Limina y hay también otros criterios para dar preferencia a otras solicitudes. Lo he dejado todo [159] en las manos de Dios diciéndole que, de mi parte, he hecho todo lo posible que, a pesar de todo, creo y amo a la Santa Iglesia y seré siempre fiel, con su gracia, a la Santa Sede, al magisterio del Papa y que comprendo la parte humana, limitada, defectuosa de su Santa Iglesia que siempre es el instrumento de salvación de la humanidad y a la cual quiero servir sin ninguna reserva.
     En estos criterios sobrenaturales y muy eclesiales me alimentó la visita con monseñor De Nicoló, un viejo amigo de la Sagrada Congregación para la Educación de la Fe, donde conversé con todo cariño y confianza fraternal acerca de mi situación de la relación con los obispos, con el Gobierno, con el Nuncio. Y comprendió que, dado mi temperamento y mi formación, él estaba seguro de que se trataba de exageraciones cuando llegan a Roma informaciones negativas acerca de mi actuación arzobispal. Su palabra ha sido muy luminosa y muy animadora. Le doy gracias al Señor.
     Fui enseguida a visitar a la comunidad de las hermanas de Betania. Son cuatro religiosas salvadoreñas y guatemaltecas que atienden una casa de estudiantes universitarios en Via Aurelia 172. Allí me ofrecieron almuerzo y los jóvenes, que ya son profesionales algunos, se mostraron muy interesados en conocer la situación de mi país y me dieron cita con otros periodistas para la noche, antes de la cena. Yo accedí con gusto, dada la sinceridad y el ambiente católico en que se mueve la prensa que ellos atienden.
     Fui enseguida a visitar a las hermanas pasionistas que atienden la casa de los padres pasionistas, la Curia Generalicia de los padres pasionistas y la casa de ejercicios espirituales, anexo a la famosa iglesia de San Juan y San Pablo, donde está sepultado el fundador de las congregaciones pasionistas, San Pablo de la Cruz.
     La mayoría de estas religiosas, que son diez, son mexicanas y conocen El Salvador. Estuvieron sumamente felices de mi visita y me citaron para almorzar con ellas al día siguiente y celebrarles una Hora Santa. Yo accedí, dado el cariño y la oración que aquí se ofrece a Dios por la situación de nuestra Iglesia salvadoreña. Tuvieron la bondad de llevarme en su carro a la comunidad de hermanas de Betania, donde era ya hora de cenar y de tener la entrevista de prensa a la que aludí antes.
SÁBADO, 5 de mayo de 1979
     Hoy volví a insistir sobre mi deseo de tener la audiencia con el Papa. Monseñor Martín fue a ver a su colaborador y luego salió diciéndome contento: «Le traigo buenas noticias, será recibido el lunes. Mañana domingo por la tarde llegará el billete que acostumbramos enviar anunciando la [160] hora de la audiencia». Le agradecí cordialmente y le he dado gracia a Dios, naturalmente.
     Después fui a la plaza Minerva para buscar entre los artistas de arte sagrado el báculo que siempre he deseado, parecido al que usó Pablo VI y sigue usando Juan Pablo II. En arte sagrado encontré quien me lo va a hacer y la madre Gloria se comprometió a conseguir quien lo costearía, para que no fuera un gasto que pudiera parecer un antitestimonio de mi parte. Será pues un obsequio del pueblo y representará el Santo Cristo en forma de báculo.
     Fui a almorzar con las hermanas pasionistas del convento de San Juan y San Pablo. Y allí descansé y celebré la Santa Misa, predicándoles sobre el tema de la vocación y de la colaboración que hemos de dar a Dios todos los que hemos sido llamados para colaborar con el trabajo y el espíritu del Buen Pastor en medio de todos los hombres. Las hermanas pasionistas me llevaron a mi posada, donde cené con las hermanas dominicas y compartí con ellas el recreo de la noche.
DOMINGO, 6 de mayo de 1979
     Después de celebrar en privado, en la capilla de las hermanas dominicas, me fui a la plaza de San Pedro para asistir con el pueblo al rezo del Regina Celi que el Papa acostumbra todos los domingos al mediodía. Allí me esperaba la madre Gloria y la hermana Juana, con quienes salimos luego a almorzar en Castelgandolfo. Un paseo precioso, lástima que estaba muy nublado y llovía a veces. Y en el comedor, pintoresco, frente al lago, había mucha humedad y el ambiente, el paisaje no tenía visibilidad. Pero me he dado cuenta de lo pintoresco del lugar donde el Santo Padre pasa sus días de descanso en vacaciones. Un ambiente pobre; tal vez se destaca demasiado, en medio de ese ambiente, la inmensa propiedad de Castelgandolfo, lugar de verano del Papa.
LUNES, 7 de mayo de 1979
     Amanecí, terminando la preparación de los documentos que pienso entregar en la audiencia del Santo Padre. Se trata de cuatro informes de comisiones extranjeras que han llegado a El Salvador a estudiar la situación del país. Se trata de documentos de solidaridad, de denuncia, también de mi postulación al Premio Nobel y otros que han surgido después de la visita apostólica de monseñor Quarracino para completar dicha visita. Le llevo también la carta escrita en noviembre y que dudé si se la entregaron.
     A las doce y veinte minutos fui recibido en audiencia privada por el Santo Padre. Sentado en su mesa de escritorio, me ofreció también una [161] silla. Me dijo que me pusiera el solideo que yo me había quitado y llevaba en la mano. Comenzó a preguntarme por la situación del país. Le invité atentamente a que siguiéramos el memorándum que llevaba escrito, a lo cual él accedió gustoso. Comenzamos a leer y yo le iba sacando los documentos. Cuando saqué el folder de las informaciones extranjeras sobre la situación del país se sonrió viendo que era un volumen muy grueso y que no habría tiempo de ver. Yo le pedí disculpas y le dije que era para que ordenara un estudio y que le dieran un resumen, pero que a mí me interesaba que tuviera una idea de cómo criterios imparciales bosquejan la situación de injusticia y de atropello que hay en nuestro país. Le di también folder con el retrato del padre Octavio, muerto, y con mucha información sobre ese asesinato.
     Después de entregarle, con una breve explicación cada uno de los folders, el Papa comenzó a comentar, de acuerdo con el último punto del memorándum, que se refería a un diálogo en búsqueda sincera del pensamiento del Papa y de un mejor servicio a nuestro pueblo. Confesó que es muy difícil una labor pastoral en el ambiente político en que me toca actuar. Recomendó mucho equilibrio y prudencia, sobre todo, al hacer las denuncias concretas, que era mejor mantenerse en los principios, porque era riesgoso caer en errores o equivocaciones al hacer las denuncias concretas.
     Yo le aclaré y él me dio la razón de que hay circunstancias, le cité, por ejemplo, el caso del padre Octavio, en que se tiene que ser muy concreto porque la injusticia, el atropello ha sido muy concreto. Me recordó si situación en Polonia, donde tuvo que hacer frente a un Gobierno no católico y con el cual había que desarrollar la Iglesia a pesar de las dificultades. Le dio mucha importancia a la unión del episcopado. Volviendo a recordar su tiempo pastoral en Polonia, dijo que éste era el problema principal, mantener la unidad episcopal. Le aclaré también que yo era lo que más deseaba, pero que tenía en cuenta que una unión no tiene que ser fingida, sino sobre el Evangelio y la verdad.
     Se refirió al informe de la visita apostólica de monseñor Quarracino, el cual reconoce una situación sumamente delicada y quien recomendó como solución a las deficiencias pastorales y a la falta de unidad entre los obispos, un administrador apostólico, sede plena.
     Al terminar la visita, en que me dio oportunidad de exponer mi pensamiento y él también expuso sus criterios, me invitó a tomarnos una fotografía y me entregó algunos obsequios piadosos. Él apartó los folders para continuar la serie de audiencias que aún faltaban y yo salí complacido por este encuentro, pero preocupado por advertir que influía una información negativa acerca de mi pastoral, aunque en el fondo recordé que había [162] recomendado «audacia y valor, pero al mimo tiempo, mesurada por una prudencia y un equilibrio necesario». Aunque mi impresión no fue del todo satisfactoria, a primera vista, creo que ha sido una visita y una entrevista sumamente útil ya que ha sido muy franco y yo he aprendido a que no se debe esperar siempre una aprobación rotunda, sino que es más útil recibir advertencias que pueden mejorar nuestro trabajo.
     Después de la audiencia, me estaba esperando el padre Toral, quien me llevó a su comunidad de padres y hermanos josefinos en la Villa Santa..., donde almorcé. Y allí llegó la madre María Castro Llerena; para saludarme hizo un viaje desde el pueblo donde ella se encuentra a una hora y minutos de Roma. Recordamos a su primo hermano, monseñor Castro Peña, y otros recuerdos de la querida patria. Ella es salvadoreña.
     Por la tarde, la madre Gloria y la hermana Juana me acompañaron en su camioneta a visitar al artista del báculo, donde la madre logró una notable rebaja y un perfeccionamiento del proyecto de la obra. Luego fuimos a recoger ropa que he mandado hacer en la sastrería del clero y volví a cenar con las oblatas al Divino Amor, para regresar después a mi posada con las hermanas dominicas.
MARTES, 8 de mayo de 1979
     En Roma el tiempo se lo puede tragar a uno. Yo había proyectado algo para antes de la audiencia que tengo con el cardenal Baggio, a las once de la mañana. Sin embargo, sólo pude hacer unos pequeños arreglos con el sastre, el cual todavía no ha terminado mis trabajos. Y me dirigí a la plaza de San Pedro para encomendarme a los grandes pontífices, que reposan en las criptas del Vaticano y que han dado tanta inspiración y orientación a mi vida, y sostener este momento de recogimiento para luego ir a hablar cosas muy importantes a la Congregación para los Obispos, que preside el Cardenal Baggio.
     En la plaza de San Pedro me encontré con monseñor Eduardo Cassuli, que fue secretario de la Nunciatura, creo que estando monseñor Torpigliani en El Salvador. Fue muy cariñoso, hizo muchos recuerdos y comprendió mi difícil situación. Dijo que estaba siempre recordándome y orando para que fuera un pastor digno de estas circunstancias.
     La conversación con el cardenal Baggio fue muy cordial, a pesar de que yo esperaba un poco de severidad como la vez anterior, el año pasado. Él era muy deseoso de encontrarse conmigo y me dijo que le hubiera sorprendido si habiendo venido a Roma no hubiera ido. Yo le expliqué que desde el primer día que llegué a Roma busqué esta audiencia que por sus ocupaciones no se me había podido conceder. Él expresó sus preocupaciones, [163] sobre todo en la división de los obispos, en la situación del Obispo auxiliar. Y fue muy franco en reconocer el error del auxiliar al firmar el permiso de cambio de estatutos de Cáritas que tocaba firmar al propio Arzobispo. Él, como vicario general, debió estar de acuerdo y si sabía que no estaba de acuerdo el Arzobispo, hizo mal en hacerlo. Pero dijo que yo también había sido muy severo en tomar la medida de su destitución y dejarlo como en el aire.
     Traté de explicar toda esta situación porque, además, advertí que, entre las causales que había puesto monseñor Revelo para este acto, estaba el que Cáritas se politizaba y caía en manos de guerrilleros. También el pretexto de que yo estaba en la clínica, enfermo. Lo cual expliqué al Cardenal que ni una ni otra cosa eran suficiente razón para aquel acto. Se refirió a la visita apostólica y a la sugerencia que ya el Papa había insinuado en su conversación de ayer, o sea que, arreglar la situación con el nombramiento de un administrador apostólico, sede plena; pero el cardenal Baggio analizaba como una sugerencia poco práctica, ya que no veía entre los obispos actuales quién pudiera ser ese administrador apostólico que se entendiera conmigo. Y llevarlo de afuera del país también le parecía absurdo, dada la situación de nuestro país. Por lo cual, esto todavía queda en estudio y, de mi parte, le manifesté mi mejor voluntad de arreglar las cosas en lo que mi capacidad permita.
     Me referí a los informes llevados al Papa que son imparciales y que expresan una situación de verdadera persecución contra la Iglesia. Me refería especialmente al informe de la OEA y a su insistencia de recomendar al Gobierno prevenir la persecución sistemática a la Iglesia católica en su misión de evangelizar. El Cardenal fue muy cordial cuando me dijo: «no estamos tratando entre enemigos, sino entre trabajadores de la misma causa y estamos, desde luego, en un noventa por ciento de acuerdo. Y es así que el ciento por ciento es la verdad y es el Evangelio». Le dije que me daba mucho ánimo esa palabra y que la depresión que había sacado de mi audiencia con el Santo Padre, encontraba aquí, en la plática con él, esperanza de que mi situación y la de mi Diócesis tienen solución si la seguimos buscando con la buena voluntad y amor a la Iglesia.
     Parecía bastante satisfecho, hablamos de otras cosas y el tiempo había terminado. Me obsequió dos libros y me expresó su mejor voluntad de ayudar en todo a mi servicio a la Iglesia.
     Salí satisfecho y a la salida me encontré providencialmente con monseñor De Nicoló, gran amigo, con quien le dije que quería comentar, en forma confidencial y como dirección espiritual, mi situación de ánimo de ayer y de hoy. Me dio luces muy claras inspiradas en un gran amor a la Iglesia y cómo la virtud, sobre todo la humildad, en estos casos es una [164] llave muy segura para encontrar solución. Que estuviera seguro -me dijo- de la buena voluntad que reina en la Curia romana, que ha cambiado enormemente, que él como viviéndola, me lo puede decir, que hay muy buena voluntad de ayudar en todo a los servidores de la Iglesia en todas partes. Que la influencia del actual pontífice era muy beneficiosa para la Curia romana y para toda la Iglesia. Me dio algunas normas prácticas para dirigirme a la Secretaría del Estado, refiriéndome a la sugerencia anterior, de que lo tomara todo como una voz de Dios que está buscándole, aun a mi misma situación, una solución de mucho beneficio a la Iglesia. Que tuviera mucho cuidado en hacer una reacción que fuera más espectacular, porque más bien, al sugerirme esta idea del administrador apostólico podía haber en la mente del Santo Padre y del cardenal Baggio, una búsqueda de mi reacción y mi reacción, si fuera negativa, podía echarlo a perder todo. Que tuviera humildad y paciencia, y escribiera al Secretario de Estado dándole mis impresiones y mi sugerencia, por ejemplo, de que un eventual Nuncio que se entendiera bien con el Arzobispo, podía solucionar ese papel que se sugiere para un posible, pero difícil, administrador apostólico. Creo haber comprendido bien la idea y trataré de realizarla con esa buena voluntad para la Iglesia que, gracias a Dios, siempre he tratado de conservar y acrecentar.
     Acudí luego a Radio Vaticana, donde tenía una invitación del padre Suárez, encargado de la transmisión para América Latina y donde grabé una entrevista con él acerca de la situación de la Iglesia en El Salvador, de mi trabajo y de mis impresiones de la visita al Santo Padre. En resumen, describí nuestra situación y mi trabajo, según mis intenciones, y sobre todo, dije que había salido muy optimista de la visita al Santo Padre, porque me había dado cuenta de que él sabe escuchar y se nota que está buscando el conocimiento de la realidad de nuestro mundo latinoamericano, y que por eso creo que es muy grande la responsabilidad de todos los que tenemos el honor y la dicha de platicar directamente con el Papa, de informarle, no según nuestra manera de ver, sino hasta donde sea posible, la realidad sincera de la Iglesia en nuestros países.
     Con el padre Suárez y el encargado de los programas para España, me fui a la casa de los jesuitas, donde residen todos los escritores y trabajadores de radio, son como unas treinta personas, para almorzar con ellos y compartir luego, la sobremesa que es muy fraternal. El padre Juan Bosco me cedió, como el otro día, su cuarto para descansar una siesta muy agradable. Y después el mismo padre Juan Bosco me acompañó a arreglar mi boleto de regreso, pasando por Barcelona y Madrid para visitar la cuna de esta congregación dominica, que ha tenido la bondad de proporcionarme mi viaje a Europa con motivo de la beatificación del padre Coll.
     Recogí luego mis trabajos en la sastrería del amigo Mangenelli, que ha sido muy amable en todo su trato conmigo. También compré unas estampas [165] para que se puedan poner en todas las casas parroquiales de Su Santidad Juan Pablo II, pero la famosa venta Soprani parecía una colmena de compradores y me fue muy difícil comprar otras cosas. Terminé el día cenando con las madres oblatas, quienes me proporcionaron su vehículo, tanto para ir a su casa como para regresar a mi posada de las hermanas dominicas, donde esta noche he arreglado mis valijas para mi viaje de mañana.
MIÉRCOLES, 9 de mayo de 1979
     Después de agradecer a las hermanas dominicas, representadas por su Superiora General y por la Provincial de Centroamérica, el generoso obsequio de un viaje a Roma, felicitándolas por toda la realización de las ceremonias y festejos del fundador beato padre Francisco Coll, me despedí de ellas, ya que esta misma noche voy a tomar el avión de regreso pasando por Barcelona, Madrid y El Salvador.
     Me dirigí luego a visitar a monseñor Pironio con quien había concertado una audiencia para las once y media de la mañana. El tráfico, en las cercanías del Vaticano, se hacía imposible. La audiencia general atrae a muchedumbre de gente y los vehículos, autobuses grandes de turistas y peregrinos, invaden todas las calles adyacentes a la plaza de San Pedro.
     Pero, con unos minutos de retraso, llegué y todavía tuve que esperar un poco al cardenal Pironio, quien me acogió en una forma tan fraternal y cordial que, este solo encuentro, bastaba para colmarme de consuelo y de ánimo. Le expuse confidencialmente mi situación en mi Diócesis y ante la Santa Sede. Me abrió su corazón diciéndome lo que él también tiene que sufrir, cómo siente profundamente los problemas de América Latina y que no sean del todo comprendidos por el Ministerio Supremo de la Iglesia y, sin embargo, hay que seguir trabajando, informando lo más que se pueda, la verdad de nuestra realidad. Y me dijo: «lo peor que puedes hacer es desanimarte. ¡Ánimo Romero!», me dijo muchas veces. Y agradeciéndole otras consultas, una conversación larga y fraternal, me fui, dejándome en el corazón una nueva fortaleza de mi viaje a Roma.
     Cuando bajaba de la Sagrada Congregación para Religiosos, donde cardenal Pironio es perfecto, me detuve en la plaza de San Pedro, donde el Papa todavía predicaba sus mensajes en diversos idiomas y la gente acogía con fervor y aplausos. Pero en la periferia, donde yo me encontraba había mucha distracción. Muchachos y turistas que más bien se distraían y no atendían a la voz del pastor. Lo cual me da la dimensión de nuestros auditorios, sin embargo, siempre hay que sembrar. Y el Papa lo estaba haciendo incansablemente y actuando como un pastor que da abundante pasto de doctrina al pueblo, del cual depende si quiere o no acogerlo. [166]
     Luego me dirigí a la Curia Generalicia de los jesuitas, donde el buen padre Juan Bosco me llevó a conocer el jardín y luego a almorzar y me prestó su cuarto para dormir la siesta. Después, juntos concelebramos la Eucaristía. Después me hizo el favor de llamar por teléfono a El Salvador, con monseñor Urioste, con quien entablamos el diálogo que se grabó para transmitir en YSAX.
     Me contó la situación difícil de la violencia en el país. Lo más grave, el enfrentamiento entre el Bloque Popular Revolucionario y los Cuerpos de Seguridad junto a la Catedral. Y en la Catedral de San Salvador, me dijo que estaban tendidos nueve cadáveres asesinados en esa circunstancia y se cree que son más los muertos.
     Me valí de esta circunstancia para enviar un mensaje de paz y transmitirles el pensamiento del Papa. En la audiencia recordó el asesinato de Aldo Moro hace un año.
     Después de la transmisión por teléfono a El Salvador con informaciones que me dio monseñor Urioste y comunicaciones que yo le di de parte, sobre todo, de la audiencia privada con el Santo Padre, aplicando todo a la situación trágica de este día en la catedral de San Salvador, fui a hacer mi última visita a la basílica de San Pedro, junto a la tumba de San Pío X, oré intensamente, teniendo en cuenta todos los intercesores que significan para mí, sobre todo, los sepulcros de San Pedro y de los últimos papas. Fui a comprar, luego, unos recordatorios a la venta junto a la plaza de San Pedro, donde se distribuye el Observatore Romano y con las madres oblatas al Divino Amor, me dirigí al aeropuerto.
     El viaje de Roma a Barcelona fue muy tranquilo. Y en Barcelona a las once de la noche, me esperaba la madre Grau y otra religiosa dominicana, quienes me condujeron con un taxi, llevado por un motorista muy simpático, muy platicador, por todas las calles principales de Barcelona, principalmente, junto a la iglesia de la Sagrada Familia y nos dirigimos luego a Vich, donde me instalaron en una casita que las religiosas dominicas han dedicado para hospitalidad de los sacerdotes. Hicimos el plan para el día de mañana, ir a conocer el lugar del nacimiento del padre Francisco Coll y también para mí significa mucho esta población de Vich, ya que aquí están los orígenes del padre Claret, cuyos misioneros inspiraron mis primeros año de seminario.

Postales de este Rincón del Mundo-Marzo 2014: Cinco Negritos























domingo, 16 de marzo de 2014

Los Valores de la Resistencia

“No queremos sacrificar la verdad, porque nuestra patria solo puede ser digna de ser amada si no debemos sacrificar la verdad por ella”.

“Creo de todo corazón que la justicia y la verdad son mucho más importantes que cualquier interés político”. 

“No puedo dejar de pensar que las patrias, los partidos y las causas sagradas no son eternos. Lo único eterno (o casi) es la pobre carne sufriente del ser humano”.
 GERMAINE TILLION

Ver artículo completo "Los Valores de la Resistencia"

sábado, 15 de marzo de 2014

Albert Einstein (14 marzo 1879-18 abril 1955)





Demencia es hacer una y otra vez la misma cosa esperando resultados diferentes.

 

jueves, 13 de marzo de 2014

Ustedes y Nosotros


El 20 de febrero de 1977, ocurrió un fraude masivo durante la primera elección presidencial en la que tuve edad para votar. Cuando me presenté al centro de votación en Sonsonate, me pidieron la cédula de identidad, la sellaron, metí un dedo en tinta, y me dijeron que me podía ir. Cuando pregunté por la papeleta para votar, simplemente me dijeron -ya se acabaron- cualquier tentación de expresar mi indignación me la tragué en modo express, al ver los fusiles G-3 de los gorilas que en teoría estaban a cargo de la seguridad de las elecciones; pero que en la práctica eran los perpetradores materiales del fraude.

Casi al mismo tiempo, mientras mi hermana también intentaba votar, ella fue testigo fortuito de una de las tantas variantes del modus operandis de los ejecutores que tenían a su cargo la burda tarea de rellenar las urnas con papeletas previamente marcadas a favor del PCN, que en aquel tiempo era el partido oficial. Desafortunadamente el sujeto que rellenaba la urna se dió cuenta de que mi hermana lo observaba, y la cosa por poco termina mal para ella, ya que por poco la agarran.

Los canales  2, 4 y 6 de televisión (hoy conocidos como TCS), ya existían; así como los periódicos La Prensa Gráfica y El Diario de Hoy.  Ayer igual que hoy ya eran lo que siempre han sido. No recuerdo que le hayan dado una cobertura decente -por no hablar de ética-  a las denuncias de fraude presentadas por la Unión Nacional Opositora (UNO), la coalición conformada por el PDC, el MNR y el UDN. 

Solamente la YSAX, la radio de la iglesia católica, retransmitió las grabaciones que la oposición había interceptado del sistema de radio comunicación de ANDA, el cual fue usado para coordinar la logística del fraude. De las cosas tristemente célebre que pudimos corroborar en aquellas transmisiones de YSAX fue el código "tamales" con el que se referían a los votos, y "pajáritos" para referirse a los opositores. Por cierto, tampoco recuerdo que la ANEP, ni la Corte Suprema hayan dicho ni pío.

El resto es historia, toda la semana posterior al 20 de febrero, la UNO y sus seguidores ocuparon pacíficamente el parque Libertad para protestar contra el fraude, y la madrugada del 28 de febrero, las fuerzas del régimen los desalojaron violentamente, con el argumento  de que se alteraba el orden público, y se impedía la libre circulación, etc. Nadie sabe exactamente cuantos salvadoreños murieron aquella madrugada, como dice García Marquez en "Cien Años de Soledad": los números que repite la historia son una especie de consenso (en este caso una cifra cercana a los 300), pero la verdad "verdadera" solo la conocen los culpables.

En el reciente aniversario del 28 de febrero, algunos de los sobrevivientes relataron en entrevistas (no en TCS por supuesto, y el diario de hoy -menos), que los que pudieron se refugiaron en la iglesia  El Rosario, y unos pocos escaparon como pudieron, pero la gran mayoría quedó atrapada en el parque Libertad. Es una verdadera pena que ni uno solo de los actos importantes del frente en esta campaña electroral haya sido realizado en la plaza Libertad. Algo huele a podrido en Dinarama -dice Hamlet- y también en San Salvador.

Mi amigo Saúl y yo habíamos salido poco después de las diez de la noche del domingo 27 de febrero del parque Libertad, no de tan buena gana, ya que a esa hora los músicos apenas estaban entrando en calor (no recuerdo si era Mau-Cutá o Yolocamba). Pero, en un acto de cordura salimos de aquel lugar, llegamos hasta el Hula-Hula con un poco de temor, y abordamos unos de los clásicos busitos azules de la ruta 101, y así llegamos a Santa Tecla, pocas horas antes  de los hechos de la madrugada del 28 de febrero. Temprano por la mañana, el Coronel Molina, anunció en cadena nacional, que el parque Libertad había sido desalojado y que la discusión había terminado. Punto. A eso es lo que Nosotros llamamos Fraude.....¿Y Ustedes........?

lunes, 10 de marzo de 2014

Not dark yet

Veo nubarrones
que no anuncian nada bueno
como dice el viejo Bob
mi humanidad se ha ido al diablo
y cada día entiendo más a Cain
alguna vez tenía que pasar
cada día me entiendo más con Cain

veo nubarrones
la tormenta debe estar por llegar
cada día puede ser el día
tan solo quisiera que no fuera hoy
cada día es la misma historia
alguién que no conozco murió en la televisión
pero ya no me importa
mi alma es una mezcla de diamante y óxido
y acero de la peor calidad
después de lo que he visto en esta ciudad
que otra cosa se puede esperar
ya no queda nada
tan solo esperar
que la oscuridad de la tormenta
la cubra todo de una puta vez.