viernes, 25 de noviembre de 2011

El Poder de las Pesadillas

Hace algunos años me encontraba en una reunión del IEEE Standards Board en la Ciudad de México, y durante uno de los cócteles organizados para estimular la conversación, por alguna razón que tiene que ver más con el Tequila que con el vino blanco, varios participantes terminamos enfrascados en el aparente callejón sin salida -en este caso no acerca de la existencia de Dios- acerca de la existencia de las frágiles democracias latinoamericanas sin "caudillos, ni redentores" militares.

En algún momento un profesor universitario estadounidense -quien alegaba a su favor su pasado con los jesuitas- dijo que al menos había que reconocer la más que probada capacidad de los "caudillos y redentores" militares para educar a los pueblos. A mi no se me ocurrió otra cosa que reconocer que el gringo tenia razón: "a nosotros nos educaron bien" -le respondí y agregué- " Nosotros les tenemos miedo".

El poder de las pesadillas es indiscutible. No hablamos de fantasmas como alegan algunos que ahora practican aquel refrán que dice "el que no llora no mama". Muchos protagonistas de carne y hueso andan sueltos y tienen el descaro de recordarnos cada vez que las circunstancias lo permiten que -al menos en este país- su poder todavía no ha alcanzado la fecha de vencimiento.

A manera de ejemplo puedo traer a memoria una historia que conozco en primera persona. En los días de 1980 cuando la intervención de la Universidad de El Salvador era inminente, los que estudiábamos o trabajábamos en el campus, literalmente experimentamos la misma pesadilla durante muchas noches: soldados entrando y disparando en el campus, como en la canción de Neil Young.

La pesadilla se hizo realidad el 26 de junio de 1980: los soldados entraron y dispararon. El campus permaneció clausurado durante cuatro largos años. El poder de las pesadillas se hizo realidad nuevamente en el campus de la UCA en noviembre de 1989, esta vez en una modalidad más selectiva de exterminio de la inteligencia.

Para mayor eficacia, el poder de las pesadillas se debe aplicar indiscriminadamente. Deben sentir miedo tanto los "buenos" como los "malos". Maquiavelo lo expresó con claridad en su regla de oro para gobernar: "Es preferible ser temido que ser amado". En esta arena frecuentemente se traslapan los significados de miedo y respeto. El lado más oscuro de este mecanismo, es que una vez que se echa a andar no permite ninguna forma de control por parte del resto de la sociedad. ¿Quién va vigilar a los que nos vigilan?

Respecto a este y otros temas hay que reconocer que somos una sociedad dividida. Como dice una canción de León Gieco "el que manda a matar lo hace para sentirse más seguro". Ese es el quid de la cuestión. Solamente durante los años de plomo, los señores de la guerra enviaron al cielo casi 80,000 almas. Los que comandaban a los perpetradores -de cualquier bando- lo hicieron para sentirse más seguros. Lo inquietante es que un porcentaje significativo de la población acepta esta justificación. Esta es una lección muy pertinente.



sábado, 19 de noviembre de 2011

La Muerte del Ùltimo Seductor

MARUJA TORRES 19/11/2011

Cuando Gunther Sachs murió la primavera última y volví a escuchar la palabra playboy, pronunciada en el contexto de su biografía, una ráfaga de recuerdos periodísticos me vino a la memoria. Ciudades, fotos, nombres. Hombres con blazer cruzado y pañuelos de seda enrollados al cuello, a la manera Vilallonga en Desayuno con diamantes. Eran recuerdos de prensa rosa, porque, cuando Sachs realizaba sus hazañas con las más hermosas mujeres públicas del momento, yo trabajaba en Garbo, y los playboys, así como sus conquistas y sus métodos, formaban parte de la rutina que manejábamos en la redacción, junto con los avatares de la hija y las nietas de Franco, el destino de los Kennedy, las aventuras de los Onassis y las andanzas del principado de Mónaco.

Sachs se pegó un tiro en su chalet de Gstaad, Suiza, a los 78 años, en un momento de lucidez de su alzhéimer. Era el último superviviente del ramillete de playboys de pata negra que iniciaron el movimiento -por llamarlo algo- a mitad de los cincuenta, y que tuvieron su esplendor en los sesenta. En los setenta, su mariposeo ya había sido contaminado por la frivolidad -aunque parece una redundancia- con que la prensa del corazón y la vox populi concedían el título a cualquier pichabrava que saliera más de una vez fotografiado con la misma señora. Los playboys se mezclaron con los latin lovers, así como con actores y productores cinematográficos, en un revoltillo popular que debió de ofender a los iniciales promotores de la cosa. En el mundo de hoy, reconozcamos que tan pasados de moda están los unos como los otros. Eso sí, los playboys de solera tenían clase.

Todos eran o muy ricos por familia o muy emprendedores, o las dos cosas a la vez. Y lo suyo -lo de los suyos- no eran precisamente los escrúpulos. Sachs era el heredero de la firma automovilística Opel, que en los Juegos Olímpicos de 1936 -presididos por Hitler- había presentado el modelo de coche Olympia, y que durante la II Guerra Mundial, surtió al ejército alemán con todo tipo de motores. El más viejo de todos, el boliviano Antenor Patiño, era hijo del "rey del estaño", que arruinó a los indígenas de su país, y fue embajador en Madrid y Londres. Porfirio Rubirosa, dominicano, era también diplomático, partidario y amigo íntimo del dictador Rafael Trujillo -el de La fiesta del chivo, de Mario Vargas Llosa-, y debía su posición y su fortuna a este reconocido canalla. Francisco Baby Pignatari, quizá el más loco de todos, el más desinhibido -que es mucho decir-, era un brasileño de origen italiano que multiplicó la fortuna familiar con sus fábricas e inventos metálicos, que patentó el corte de carne "cuadrado de mandril" a la brasileña -más jugoso que el argentino- y fue uno de los fundadores de la moderna São Paulo.

Añadan a esta nómina un príncipe musulmán, Alí Khan, destinado a heredar el reinado espiritual de su padre sobre los ismaelitas -secta escindida del chiismo, cuyos fieles anualmente le daban al guía su peso, considerable, en brillantes-, que se casó con Rita Hayworth cuando era Gilda reciente, hundiéndola en la miseria, y que fue, finalmente, desposeído del título por su padre. Alí Khan murió, como Porfirio Rubirosa y el tardío playboy egipcio Dodi Al Fayed -que usaba la pensión que le pasaba su padre, el dueño de Harrods, para seducir a Lady Di-, de lo que se conocía entonces como "muerte de playboy": estrellarse con su coche -los veteranos cascaban en Ferrari-, después de una noche de juerga, en los sitios más absurdos de París; fuese el Bois de Boulogne (Rubirosa), el barrio periférico de Suresnes (Alí Khan) o el Puente del Alma (Al Fayed).

Sigan añadiendo: el dueño de la Fiat, Gianni Agnelli -sobre todo, cuando solo era heredero-, y los hoteleros Hilton. Conrad padre y Conrad hijo (conocido como Nicky, el primer marido de Elizabeth Taylor, y tío abuelo de la señorita Paris) llegaron a compartir a una habitual conquista (o al revés) de los playboys del momento: la actriz (o vaya usted a saber) de origen húngaro Zsa-Zsa Gabor, quien, por cierto, a la hora de escribir estas líneas les ha sobrevivido a todos.

Porque las mujeres viven más, no importa que sean pareja de un oficinista o de un playboy. Ahí tienen a Tita Cervera, sin ir más lejos. La baronesa pictórica es una de las grandes seducidas-seductoras que han triunfado por encima de los hombres de su vida. Cuando lo fácil habría sido que pasara del venezolano Espartaco Santoni -un playboy muy menor, pero altamente bullanguero, que terminó sus días haciendo el indio en Marbella, protegido por Gil y Gil- a otro de inferior categoría, sorprendió a todos casándose nada menos que con uno de los privilegiados miembros del ramillete original: el barón Von Thyssen, que en sus tiempos fue un punto filipino, y cuya familia también tuvo relaciones comerciales con, esto, los nazis.

Marbella: otra palabra con retranca, cuya sola mención me lleva a nuestro más genuino playboy local (al menos, nos toca la mitad), el germano-español príncipe Alfonso de Hohenlohe (y muchos títulos más: fue bautizado por Alfonso XIII en el Palacio de Oriente), el hombre que fundó el Marbella Club y que convirtió a esta localidad en un enclave del turismo millonario internacional.

Ahora conviene que les diga que la primera vez que escuché la palabra playboy fue en casa, con motivo de una "boda del año" que acababa de celebrarse. Alguna parienta trajo una revista -no había televisión, ni siquiera en blanco y negro-, y las adultas se arrojaron como hienas sobre ella. "Mira, nena, con 15 años y se ha casado con un príncipe que, además, es playboy", me aleccionó una tía (carnal), admirativa. Me sentí fatal, porque yo ya tenía 13, y no apuntaba maneras.

En aquel tiempo -estoy hablando de 1955-, el hecho de que Alfonso de Hohenlohe se casara con la princesa Ira de Fürstenberg, siendo ella una menor, a nadie le pareció política ni moralmente incorrecto. Qué suerte tiene la novia, pensaba todo el mundo. "Y él", añadían los viejos cucos. La verdad es que Ira era una niña prodigio con un cuerpazo de mujerona espectacular y unos ojos de garza sensacionales. Más adelante, resultó ser una dama prodigiosa: a los 20 años se fugó con otro playboy, el mencionado brasileño Baby Pignatari, que le doblaba la edad. Y creo que también sigue viva ahora que, por fin, todos los playboys de pata negra reposan bajo sus respectivas malvas. También Brigitte Bardot, el principal trofeo femenino de Gunther Sachs, está tan pimpante.

Muchos años más tarde, cuando yo ya ejercía el periodismo, aunque fuera rosa, me crucé en varios reportajes con Alfonso de Hohenlohe y sus túnicas. Era un hombre encantador, muy cumplido con la prensa -que por entonces no les plantábamos a los famosos la alcachofa en la boca, como ahora-, que a la sazón tenía una segunda esposa, Jackie Lane, que había sido actriz (por así decirlo), y que cobijaba en uno de sus bungalows de lujo y rodeados de césped a Lita Trujillo, casada con otro playboy (hijo del dictador Rafael Trujillo), el indescriptible Ramsés, también conocido como Ramfis.

Marbella fue el destino natural de los playboys secundarios, o de aquellos que vivían de las señoras y daban en llamarse así; o simplemente, de vividores. Allá fueron a parar discípulos tardíos del playboyismo, como el exmarido de Carolina de Mónaco, Philippe Junot -supe por una fuente que "trataba muy bien al servicio"-, el simpático Espartaco Santoni o el vivales Jaime de Mora y Aragón. Eran, ya, otros percales. De Santoni, recuerdo a una actriz española muy guapa -de los años setenta: no voy a nombrarla- que cayó en sus redes. "¿Cómo puedes?", le pregunté en privado, horrorizada. Hizo un gesto expresivo con las manos -pueden imaginarlo: el tamaño importa- y añadió: "Me manda rosas cada día y un Rolls-Royce con su chófer para recogerme. ¿Quién puede resistirse?".

Al parecer, lo de las rosas funcionaba con cierto tipo de mujer en aquella época. Gunther Sachs conquistó a Brigitte Bardot a fuerza de arrojárselas a centenares -qué agobio-, desde su avión privado, sobre la finca que la estrella francesa poseía en Saint-Tropez. Un Saint-Tropez que hoy, desnaturalizado, asaltan jeques en superyates y megamillonarios del boom financiero que ya no se esfuerzan en conquistar mujeres: compran rápido y escupen deprisa.

Los playboys de verdad habían recibido una exquisita educación en colegios europeos, frecuentaban las carreras de coches deportivos -a menudo, los pilotaban-, jugaban al polo o introducían el pádel en sociedad (Hohenlohe), y destacaban, en el mundo anterior al 68, como portadores de un cuento de hadas que, invariablemente, terminaba bruscamente con el aterrizaje de la princesa en la realidad, mientras ellos volvían a empezar.

Sin embargo, en el circuito de mujeres disponibles, cuyos nombres se repetían en el carnet de citas de estos individuos, se jugaba con reciprocidad. Linda Christian -la abuela de la desaparecida Ylenia Al Bano y Power, por definirla en lenguaje televisivo actual-, Anita Eckberg -protagonista de La dolce vita y amante, entre otros, de Agnelli-, Zsa-Zsa Gabor, Bettina y otras muchas modelos... De una forma u otra fueron recompensadas. Porque ellos podían ser truhanes pero, no lo olvidemos, también fueron caballeros al servicio -temporal- de sus damas.

martes, 15 de noviembre de 2011

B.

En los años sesenta y quizás todavía un poco a inicios de los setenta, la letra B, y sobretodo si aparecían dos letras juntas, era evidente que se refería a la Bardot. Por cuestiones puramente generacionales no puedo presumir de haber disfrutado alguna de sus películas en aquel tiempo, apenas si puedo presumir de haber contemplado los anuncios de sus películas en los diarios de entonces.

La BB como la recuerdan algunos cantautores que dicen que la segunda letra del alfabeto, fue la primera que pronunciaron en francés, fue más que una musa, casi una semidiosa para aquella generación. En fin, lo que quiero decir es que la letra B produce una evocación grata de aquellos años, aún para los que entonces éramos unos niños.


lunes, 14 de noviembre de 2011

'Desberlusconizar' Italia


ANTONIO TABUCCHI 13/11/2011

Los mercados europeos han "despedido" a Silvio Berlusconi. Es un alivio saber a un monstruo semejante apartado de la vida pública. Pero no será tan fácil desberlusconizar Italia ni erradicar el microbio que ha difundido por toda Europa. Recientemente, en un programa que circula por la web y en televisiones locales asociadas con SkyTV, pudieron volver a ver los italianos a un gran periodista, Michele Santoro, a quien Berlusconi, amo definitivo también de la televisión estatal, había expulsado hace dos meses. Así como logró borrar de la televisión pagada por los italianos los escasos programas que proporcionaban una información objetiva. Presente en el programa Clandestino de Santoro, el jefe del Partido Democrático, el peor partido de la oposición (Pierluigi Bersani, expartido comunista) quiso apropiarse de la coyuntura declarando "Somos NOSOTROS quienes hemos desarzonado a Berlusconi".

Vayamos a los hechos. La historia empieza en 1993, cuando se produce una extraña coincidencia comentada por todos los arrepentidos mafiosos: por un lado, matanzas y bombas de la mafia en varias ciudades italianas (Florencia, Milán, Roma) y, por otro, la fundación de un nuevo partido, Forza Italia, por Berlusconi con su amigo Marcello Dell'Utri (hoy condenado en segundo grado por concurso externo con la mafia y senador) y la fiel amistad del abogado Cesare Previti (hoy condenado por corromper a jueces) y de Gianni Letta, director de un periódico de derechas de Roma.

En 1994, Berlusconi gana las elecciones. Pero su Gobierno cae poco después a causa de la retirada del apoyo de un pequeño partido de inspiración neonazi y separatista, la Liga Norte. Berlusconi parece un hombre acabado. Sus deudas con los bancos son enormes, sus empresas están en crisis. Podría dar con sus huesos en la cárcel. Pero he aquí que un hombre del Partido Democrático (por entonces Democráticos de Izquierdas), el mismo partido excomunista de Bersani, le lanza un salvavidas. Se llama Massimo D'Alema, ha hecho carrera en el Partido Comunista a la sombra de un padre senador del PC y encabeza un Gobierno de transición tras la caída de Berlusconi. D'Alema, que se considera un estadista, siente la necesidad de "reformar" la Constitución italiana, que considera demasiado vieja (fue promulgada en 1947). Y, en particular, lo que atañe a la justicia. Una "necesidad" que solo advertía D'Alema, pero como "gran estadista" desea formar una comisión bicameral para discutir los problemas de la justicia con la oposición de derechas, es decir, con Silvio Berlusconi. Berlusconi, que empezó su carrera como animador de piano-bar y cantante de cruceros para acabar siendo el mayor constructor de Milán gracias a su amistad con Bettino Craxi, entonces político poderoso y más tarde condenado por corrupción y prófugo en Túnez, se convierte, con la inestimable colaboración de D'Alema, en un "estadista". Su estrella política renace, las puertas de Italia se le abren de par en par, gana de nuevo las elecciones, dinamita la comisión bicameral y a D'Alema, y se impone como el amo de Italia.

Hoy que Berlusconi se va, será difícil desmontar su imperio, todo aquello de lo que se ha apropiado y anular las leyes anticonstitucionales que en estos 17 años de poder ha promulgado en beneficio propio. Porque es necesario aclarar que no han sido 17 años de dominio ininterrumpido: hubo también épocas en las que el centro-izquierda hubiera podido hacerle frente: primero el Gobierno del propio D'Alema, de octubre de 1998 a diciembre de 1999, y después el Gobierno Prodi, de mayo de 2006 a mayo de 2008. Romano Prodi fue el único político italiano capaz de derrotar a Berlusconi, pero su Gobierno de coalición, que abarcaba desde un centro excesivamente de derechas a una izquierda demasiado radical, fue constantemente socavado por un lado y por otro, sobre todo por dos nefastos personajes: Clemente Mastella, líder de una derecha con un electorado clientelar en la región de Nápoles (hoy, él mismo y muchos de sus representantes están siendo objeto de investigaciones judiciales), y Fausto Bertinotti y el extraño partido de Refundación Comunista. Bertinotti, aficionado a participar cada noche, vestido por los mejores diseñadores italianos, en el programa televisivo más sórdido de la RAI, presentado por el periodista Bruno Vespa, quien permitió realizar a Berlusconi un "contrato televisivo con los italianos", con el que Berlusconi prometió un paraíso a quienes le escuchaban.

Hoy puede decirse que Berlusconi creó un mundo ficticio gracias a su imperio televisivo y mediático y que los italianos cayeron en un "show de Truman", como lo ha definido Barbara Spinelli. Pero no hay que olvidar que este "show de Truman" ha producido leyes concretas, una situación concreta, un régimen. Y tampoco hay que olvidar las verdaderas responsabilidades de quienes han sido condescendientes con ese grotesco espectáculo, que desgraciadamente no se ciñó únicamente a la televisión sino que afectó a la vida real. Para empezar, la clase dirigente, es decir, los mismos industriales italianos que hoy tanto se quejan. Fueron ellos quienes exaltaron a Berlusconi y vieron en él al Hombre Nuevo que podía dar mayores ganancias a una categoría a la que, desde luego, ganancias nunca faltaron. Igual que los industriales y propietarios agrícolas con Mussolini, los empresarios italianos han dado muestras de su incapacidad ante una nueva economía mundial. Cerriles, mezquinos, provincianos, ávidos, de un apetito sin fin, vieron en Berlusconi al hombre que les consentiría pagar menos impuestos y explotar mejor a sus obreros.

El otro gran cómplice del berlusconismo ha sido el Vaticano. Berlusconi ha destrozado la escuela pública, favoreciendo la escuela confesional e inyectando mucho dinero (no del suyo, sino del Estado) en favor de la escuela privada de orientación católica. Los coqueteos, los acuerdos, los compromisos entre Berlusconi y la Conferencia Episcopal durante estos años han tenido algo de obsceno. El cardenal Bertone, uno de sus mayores aliados, sigue siendo consejero del Papa. La tercera responsabilidad de la anestesia de las conciencias que han sufrido los italianos la atribuyo a la llamada prensa independiente y liberal. Berlusconi llegó al extremo de considerar la prensa como algo de su propiedad. Los españoles recordarán un encuentro oficial entre Berlusconi y Zapatero donde, lamentándose del corresponsal de El PAÍS, Miguel Mora, Berlusconi dijo a un Zapatero que se limitaba a sonreír que sus periodistas no se comportaban bien. Lo cierto es que Berlusconi dispone con los medios que controla de una auténtica batería de cañones. En primer lugar, el diario Il Giornale (perteneciente a su hermano Paolo, condenado por corrupción) y además Libero e Il Foglio de Giuliano Ferrara, exministro y consejero personal suyo, periódicos dirigidos por gente sin escrúpulos. Vittorio Feltri, uno de los directores de Libero, es aún temible por todos los dossieres proporcionados por los servicios secretos próximos a Berlusconi, que han tenido fichados secretamente a periodistas, intelectuales, economistas, industriales, banqueros y políticos. Estos ficheros permitieron a Berlusconi increíbles acciones de linchamiento de sus opositores, a menudo con el consenso del Vaticano. Baste mencionar el caso de Dino Boffo, director del diario católico Avvenire, sobre quien Feltri publicó un falso dossier policial haciéndolo pasar por homosexual. Se desconoce si fue una filtración o un montaje del periódico, pero Feltri, tras algunos meses suspendido por el colegio de periodistas, se excusó por el error y es de nuevo uno de los más temibles periodistas italianos, inventor del "método Boffo".

Otro periódico con graves responsabilidades es el Corriere della Sera. Tradicionalmente órgano de la burguesía del Norte, hubiera podido alinearse con una burguesía ilustrada y progresista que también existe (el abogado Pisapia, representante de esta mentalidad, ganó recientemente las elecciones municipales en Milán), pero optó por la burguesía más reaccionaria y fascistoide. Cuando el director Ferruccio De Bortoli decidió publicar por entregas La rabia y el orgullo, de Orianna Fallaci, uno de los libros más xenófobos y nefastos del periodismo italiano, se cruzó el Rubicón. El libro fue también premiado por el presidente de la República C. A. Ciampi, el mismo que firmó el envío de tropas italianas a Irak bajo el nombre de "misión de paz". El berlusconismo ha sido una época entera.

Si hay hoy en la prensa italiana un periódico que pueda presumir de haber desarzonado a Berlusconi es Il Fatto Quotidiano, dirigido por Antonio Padellaro y por el más valeroso periodista italiano, quien prácticamente solo ha hecho frente al aluvión de tanta prensa infecta: Marco Travaglio. En sus libros y sus artículos, Travaglio nunca ha dejado de denunciar las conexiones de Berlusconi con la extrema derecha, las finanzas de negocios más sucios, la mafia, Putin, Gadafi. Lo peor con lo que Berlusconi ha tejido el entramado de su poder.

Por esto será difícil deshacer la tela que se le permitió tejer a Berlusconi en 17 años de poder. No me demoro en las profundas heridas que mediante sus leyes en beneficio propio ha infligido Berlusconi a la Constitución italiana y por tanto a las reglas de la Unión Europea. Son muchas, algunas de difícil remedio. Los mercados han provocado su caída, pero la Unión Europea lo ha tolerado hasta hoy. Habrá que esperar acontecimientos.

17 años de poder de 'Il Cavaliere'

- 28 de marzo de 1994. Silvio Berlusconi logra una fácil victoria electoral con su coalición Polo de la Libertad, formada por Forza Italia, Liga Norte y Alianza Nacional. Se convierte en primer ministro.

- 13 de mayo de 2001. La coalición La Casa de las Libertades, de Berlusconi, gana las elecciones generales.

- 23 de abril de 2005. Berlusconi forma una alianza de centroderecha.

- 19 de abril de 2006. Romano Prodi gana los comicios legislativos. Su Gobierno perdura hasta enero de 2008.

- 14 de abril de 2008. Berlusconi logra mayoría absoluta en las elecciones generales.

- 27 de junio de 2008. El Consejo de Ministros aprueba el proyecto de la Ley Alfano, que da inmunidad a los cuatro más altos cargos del Estado.

- 28 de abril de 2009. La Repubblica informa de que Berlusconi ha acudido a una fiesta en Nápoles para celebrar los 18 años de Noemi Leticia, aspirante a estrella televisiva.

- 3 de mayo de 2009. Veronica Lario hace pública su intención de divorciarse y denuncia que Berlusconi "frecuenta a menores de edad".

- 5 de junio de 2009. El diario EL PAÍS publica una serie de fotos de las compañías femeninas de Berlusconi y las fiestas en la mansión Villa Certosa.

- 22 de junio de 2009. La Repubblica informa de que la justicia investiga cinco fiestas celebradas en las residencias oficiales de Berlusconi, en las que pudo haber prostitución y consumo de cocaína.

- 27 de mayo de 2010. Berlusconi telefonea a una comisaría de Milán para exigir que dejen en libertad a Ruby Robacorazones, detenida por un robo de 3.000 euros.

- 28 de octubre de 2010. Estalla el escándalo Ruby en los medios italianos.

- 14 de diciembre de 2010. El Gobierno de Berlusconi supera en la Cámara de Diputados una moción de censura.

- 15 de febrero de 2011. El Tribunal de Milán dispone el juicio inmediato para Berlusconi por abuso de poder e incitación a la prostitución de menores por el caso Ruby.

- 28 de marzo. Berlusconi comparece ante un juez en la reanudación de la vista preliminar del caso Mediatrade.

- 30 de mayo. El centroderecha de Berlusconi pierde ayuntamientos como Milán, su feudo, y Nápoles.

- 30 de junio. El Gobierno italiano aprueba un plan de ajuste de 47.000 millones de euros para 2011-2014.

- 14 de septiembre. Italia aprueba el segundo plan de ajuste.

- 14 de octubre. El Gobierno de Berlusconi supera por 316 votos a favor y 301 en contra la moción de censura del Parlamento.

- 25 de octubre. Il Cavaliere anuncia el acuerdo alcanzado in extremis con la Liga Norte, su socio de Gobierno, sobre las reformas exigidas por la UE.

- 1 de noviembre. La prima de riesgo italiana traspasa los 450 puntos básicos, un máximo desde la implantación del euro.

- 5 de noviembre. El primer ministro es incapaz de impulsar las reformas indispensables por el veto de sus socios de la Liga Norte. Berlusconi se aferra al poder.

- 8 de noviembre. El primer ministro italiano se compromete a dejar el cargo tras la aprobación de los recortes exigidos por la UE. Il Cavaliere se queda sin mayoría en el Congreso.

- 9 de noviembre. La prima de riesgo italiana entra en zona de rescate al superar los 500 puntos básicos. El presidente Giorgio Napolitano garantiza que las reformas se aprobarán.

- 11 de noviembre. El Senado italiano aprueba los presupuestos para el año 2012 con las reformas exigidas por Bruselas.

Los Últimos Días de Berlusconi

ROBERTO SAVIANO 14/11/2011

Existe una palabra que describe mejor que ninguna otra lo que el Gobierno de Berlusconi ha sido para Italia, lo que realmente lo ha caracterizado en el sentido político y en el económico, y esa palabra es inmovilismo. En los últimos 20 años no ha sucedido nada en favor del país. No se ha hecho ni una sola de las reformas prometidas en 1994 que hubieran contribuido a conjurar la crisis que ahora está viviendo Italia. Y es evidente que lo que no lograron los electores, ni los grupos de la oposición, ni la prensa, ni los intelectuales, lo ha conseguido el mercado. Ironías del destino, precisamente Silvio Berlusconi, que siempre se ha jactado de haber creado un imperio de la nada, de haber encarnado el sueño americano del self-made man, que siempre se ha considerado campeón en materia de números y dinero, se ha visto desbordado en lo que se sentía omnipotente y por aquello que siempre dijo que era su propio elemento: por el mercado. Ha sido el comisario de una economía que ya no podía fiarse de su gestión.

Ennio Flaiano, genial escritor italiano, decía que en Italia la línea más corta entre dos puntos es el arabesco. Los casi 20 años del Gobierno de Berlusconi han sido un arabesco: la línea más larga posible entre lo viejo y lo viejo que se hacía pasar por nuevo. Entre Democracia Cristiana y democracia cristiana. Cuántas mentiras en estos 20 años, cuántas mistificaciones. Desde los falsos orígenes humildes, para que el italiano medio pudiese identificarse con él, a la mentira mayor de todas, pasada de boca en boca y progresivamente vacía de todo significado. La mentira según la cual un hombre que ha creado un imperio, que es rico y que está al frente de empresas prósperas -o que parecían serlo- no tiene necesidad de robar, de sustraer dinero público al país, como lo habían hecho los partidos en la Primera República. Un sueño que se basó en embustes y equívocos porque, una vez eliminados los padrinos políticos, fue preciso que Berlusconi controlara la situación. Y que en poco tiempo transformara la política en un campo de fútbol, en el que los ciudadanos son hinchas que vitorean a sus colores independientemente de cómo lo esté haciendo el equipo, todo lo más le silban un ratito, pero que siempre y solamente quieren ver la victoria. Berlusconi ha introducido un nuevo modo de hablar, de manera que decidir comprometerse en política se convierte en "saltar al campo".

Por otra parte, él mismo repetía que su entrada en la política se había producido para tutelar sus propios intereses. Los suyos personales y los de sus empresas. Y es exactamente eso a lo que hemos asistido durante los 20 años en los que ha sido protagonista indiscutido de la escena política italiana. Sus cargos institucionales han coincidido con sus negocios privados. Los mismos jefes de Estado extranjeros que en los pasados años se han mostrado más cercanos a él, no han sido sino sus socios. Del gas de Putin -los negocios energéticos rusos representan el 70% de las exportaciones a Italia, y la misma Hillary Clinton ha dejado caer sus dudas acerca del carácter especulativo de las convergencias políticas ente Berlusconi y Putin- a la embarazosa amistad con Gadafi -desde junio de 2009, Lafitrade, de la familia Gadafi, y Fininvest, de Berlusconi, a través de la luxemburguesa Trefinance, son los verdaderos propietarios de Quinta Communications, de Tarak Ben Ammar-. El negocio con la empresa tunecina, en la que Lafitrade tiene el 10% y Fininvest el 22%, ha abierto el negocio al reciclado occidental, a partir de Italia, de una voluminosísima masa de petrodólares de Gadafi, valorada en 65.000 millones de euros.

Ni una sola ley de su Gobierno para el Estado, ni una sola ley que, en todos estos años, haya proporcionado a la economía los instrumentos necesarios para enfrentar la crisis que asomaba por el horizonte. Ninguna ley para Italia, solo leyes para él. Y no porque le faltasen los números en el Parlamento. Ha gozado, y durante mucho tiempo, de una mayoría increíblemente fuerte que le habría permitido realizar las reformas que habían hecho de él -al día siguiente del terremoto judicial que había destruido a los viejos partidos italianos en los años noventa- el hombre nuevo, el viento nuevo, el campeón del reformismo liberal que él contraponía al estancamiento de las izquierdas incapaces de transformarse. No a la reforma de la justicia, no a la de las pensiones, nulas perspectivas para las nuevas generaciones víctimas de una nefasta desregulación del mercado de trabajo que ha traído consigo una precarización encaminada únicamente a favorecer a las empresas que explotan a los trabajadores.

En Italia, el sector público está en la ruina, la sanidad no tiene unos estándares dignos de Europa, la escuela, la Universidad y la investigación renquean. Durante años el Parlamento se ha dedicado a discutir, enmendar y votar leyes ad personam y leyes que hemos denominado ad aziendam. De algunas se interpreta el sentido con su simple nombre. Otras llevan el nombre de los fidelísimos a Berlusconi. Otras incluso le favorecen a él y a sus empresas indirectamente; otras han servido de manera demasiado evidente para legitimar, salvar, proteger del colapso a las empresas del primer ministro« las ha habido para listas electorales presentadas fuera de plazo o, todavía más a menudo, para obstaculizar los procesos en los que el primer ministro estaba y está imputado. En 2001, el Gobierno italiano fue el único en Europa que no firmó para combatir los delitos financieros.

Y el mundo nuevo que Berlusconi había prometido se ha convertido en un mundo viejo, más viejo que el que le había precedido. Y la política que nos espera conlleva el riesgo de ser ni más ni menos que la continuación de los juegos de poder interrumpidos por Il Cavaliere. Será lo viejo vestido de nuevo. El Gobierno que venga, no se sabe todavía si fruto de elecciones anticipadas o de un amplio entendimiento (el debate ha comenzado y las decisiones se están tomando en este momento mientras yo escribo), tendrá la ardua tarea de acometer las reformas económicas que podían haberse organizado durante los pasados 20 años y que en cambio asfixiarán a Italia en los próximos meses. Mario Monti, al que Europa ha tenido ocasión de conocer y apreciar durante los 10 años que fue comisario europeo (de 1994 a 2004), es desde hace unos días senador vitalicio y es el más acreditado para este Gobierno de transición. Europa se fía de él y eso podrá dar oxígeno a la economía italiana. Perotendrá que tomar decisiones difíciles que, la historia italiana lo demuestra, no tendrán recompensa.

Por otra parte, aunque el hombre Berlusconi parezca acabado, el berlusconismo aún no ha muerto. Sigue allí, con paciencia, confiando resurgir, dispuesto a decir "sin mí ha sido peor". Sus protagonistas esperan a especular sobre los momentos difíciles que vivirá Italia, fingiendo ser ajenos al proceso. Estemos atentos, por tanto, a quién se desmarca ahora, estemos atentos a quién dice, desplegando altruismo, que el Gobierno de amplia coalición debe incluir a todos, también a esta o aquella parte política. En esta fase, altruismo significa descargar las responsabilidades sobre el adversario político. Y cuidado también con los que gritan, con los que invocan elecciones inmediatas: es todo menos una auténtica batalla por los derechos, en realidad son ganas de cosechar los votos que la crisis y la rabia social les aportarán.

La impresión es que, una vez más, hay espacio para todo menos para el talento y para la voluntad de reconstruir de verdad un país que, más que económicamente, está humillado en su moral, en su confianza y en su esperanza de que sus habitantes puedan volver a ser felices, a realizarse sin tener que irse. En Italia, una vez más, el riesgo está en que se haga tabla rasa para que se pueda volver atrás más fácilmente.

Traducción de Juan Ramón Azaola.

Roberto Saviano es periodista y escritor italiano.