domingo, 30 de enero de 2011

Los 300 años de Borges

Mientras tanto jodernos, clamaba Borges, a propósito de los 300 años que según sus cuentas tendrían que transcurrir antes de que se hiciera realidad el tipo de estado deseado por él: "Un Estado mínimo, que no se notara. Viví en Suiza cinco años, y allí nadie sabía cómo se llama el presidente". Los 300 años de Borges coinciden con los 200 o 300 años que otros autores como Lampedusa, establecen como medida del "siempre" en términos humanos.

Quizás muy en el fondo -a juzgar por sus gestos- Borges pensaba que para mientras, lo que [todavía] necesitamos en este rincón del mundo son dictadores "buenos", es decir dictadores que son tan buenos que no merecen ser llamados dictadores; sino más bien "santos".

Estas reflexiones me vienen a la mente, en parte por la ola de protestas en el medio oriente, desatadas tras las revueltas de Tunez; y en parte por ese discurso a flor de labio tan persistente en la vox populi salvadoreña, que expresa añoranza por los años de las dictaduras militares, y que tiene en el General Maximiliano Hernandez Martínez, a su referente más concreto.

"L
a nostalgia borra el olor a mierda", la frase acuñada por García Márquez para retratar cruelmente al Doctor Juvenal Urbino al ser recibido por la pestilencia de las aguas negras a su regreso al puerto de Cartagena de Indias, después de pasar todos sus años de estudiante en París evocando y defendiendo, durante sus tertulias, a Cartagena como la ciudad más bella del mundo; también retrata con alguna justicia a los que añoran los métodos de los regímenes autoritarios.

"Algo debía cambiar para que todo siguiera igual", la moraleja de la novela "El gatopardo" de Lampedusa llevada al cine por Visconti, disparada en una reflexión de Lampedusa en boca del príncipe de Salina, bien podría haber sido la inspiración del guión del teatro post-golpista Hondureño, y probablemente el mismo guión se repetirá en Egipto, en donde todavía no conocemos el nombre del nuevo dictador "bueno". "Aquí las cosas siempre serán iguales" -remata el Príncipe de Salina- "y por siempre me refiero a 200 o 300 años, luego todo será peor".

Las analogías entre El Cairo y otros escenarios como La Habana, terminan en el hecho de que Mubarak es el "algo" que debe cambiar para que todo siga igual. En eso están de acuerdo todos los actores externos, incluido Israel. Las voces más débiles a la hora de las negociaciones serán sin duda las de los egipcios de a pie. "Negociaciones pespunteadas de tiroteos inocuos, y, después, todo será igual pese a que todo habrá cambiado". "…una de esas batallas que se libran para que todo siga como está", sentencia Lampedusa desde las páginas de "El gatopardo".



sábado, 8 de enero de 2011

Bienaventurados

(Joan Manuel Serrat)

Bienaventurados los necios que se arriesgan a prestar consejos
porque serán sabios a costa de los errores ajenos.

Bienaventurados los pobres porque saben, con certeza,
que no ha de quererles nadie por sus riquezas.

Bienaventurados los adictos a emociones fuertes
porque corren buenos tiempos para la gente marchosa.

Bienaventurados los dueños del poder y la gloria
porque pueden informarnos de qué va la cosa.

Bienaventurados los que alcanzan la cima
porque será cuesta abajo el resto del camino.

Bienaventurados los que catan el fracaso
porque reconocerán a sus amigos.


Bienaventurados los castos porque tienen la gracia divina
y la ocasión de dejar de serlo a la vuelta de la esquina.

Bienaventurados los que aman porque tienen a su alcance
más de un cincuenta por ciento de un gran romance.

Bienaventurados los que están en el fondo del pozo
porque de ahí en adelante sólo cabe ir mejorando.

Bienaventurados los que presumen de sus redaños
porque tendrán ocasiones para demostrarlo.

Bienaventurados los que contrajeron deudas
porque alguna vez alguien hizo algo por ellos.

Bienaventurados los que lo tienen claro
porque de ellos es el reino de los ciegos.