domingo, 28 de junio de 2009

El Fantasma de la Libertad

Para el establishment centroamericano Libertad no es lo mismo que libertades. A día de hoy la palabra Libertad sigue siendo tanto o más subversiva que hace 50 años. De hecho, no se refieren a ella cuando hablan de libertades. El fantasma de la Libertad les aterra tanto o más que el fantasma que recorría Europa en 1848. Al fin y al cabo, el primero es un heraldo, y el otro, el espectro de un difunto. Cuando hablan de sistema de libertades se refieren al derecho casi divino (la ley natural) de hacer lo que les da la gana, y al derecho del resto, de marcharnos del país si no nos gusta como nos tratan. De hecho, cientos de salvadoreños usan diariamente esa libertad para marcharse en busca del sueño americano, algo que por supuesto los cubanos no pueden hacer. Por lo demás, y como dicen los anglosajones, just in case, de cuando en cuando sacan a sus gorilas a la calle, para recordarnos que después de todo no es tan sensato creernos al cien por cien ese cuento de la democracia. Nadie lo podría expresar mejor que Kissinger, justificando el coup d´etat contra Allende: "no se podía permitir un gobierno marxista en este punto de la tierra sólo porque aquí había un pueblo irresponsable".

martes, 2 de junio de 2009

¿Por qué mienten los Presidentes?

Es casi imposible hablar de mentiras y mentirosos, sin traer a cuento a Pinochio, la famosa marioneta del cuento de Carlo Collodi, condenado a que le crezca la nariz cada vez que dice una mentira. Quizás por esta razón no debería sorprendernos tanto que Richard Nixon sea recordado por sus mentiras y por su nariz. Es bastante probable que la canción"Mr. President (Have Pity on the Working man)" de Randy Newman, haya sido inspirada en el presidente Nixon. Bueno en realidad a Nixon le dedicaron textos mucho más duros, como por ejemplo "Four Dead in Ohio" de Neil Young, sin embargo siempre negó ser mentiroso. Es lógico, de haberlo aceptado habría dicho la verdad.

Algunos presidentes ha estado tan convencidos de sus mentiras, que al final se han convencido de que decían la verdad. Ronald Reagan nunca estuvo en acciones de combate en la segunda guerra mundial, sin embargo tuvo la oportunidad de ver bastantes películas sobre el mismo tema (hay que recordar que fue un actor mediocre). En un cierto punto en su vida, mezcló las escenas de Hollywood con su vida (probablemente durante su campaña presidencial), y al final de sus días estaba convencido de que realmente había participado en acciones de guerra (probablemente por el alzaimer), tanto como Johnny Weissmuller de que era el verdadero Tarzan.

El principe heredero de esta edad de la mentira ha sido George W, Bush. Seriamos injustos afirmando que ha sido el mayor mentiroso de todos. Lo que si es cierto es que sus mentiras están tan frescas, que todos las deberíamos recordar, a menos que padezcamos amnesia selectiva, del tipo que hace que olvidemos todo lo que no nos conviene. Saramago lo ha nominado Mentiroso Emérito. Es más, dice que Bush es un cowboy que se piensa así mismo como dueño del mundo, y por lo tanto ve al resto de la humanidad como ganado. A pesar de todo, W. o bien miente por cuenta propia; o de su padre, o en nombre del imperio. Es lo mismo. Como decía Benedetti: el problema no es el pecado original, sino las fotocopias.

¿Por qué mienten nuestros presidentes? ¿En nombre de quién mienten nuestros presidentes? Ese es un par de buenas preguntas, pero no necesariamente las únicas, ni las últimas acerca de la mentira presidencial. El famoso buratino (marioneta) de Carlo Collodi en el final de la versión original es ahorcado por sus travesuras y sus mentiras. Sin embargo en la versión censurada del cuento, al final se convierte en niño de verdad y todos quedamos felices y contentos. La verdad es que a los mentirosos los deberían de castigar, no neceseriamente como en la versión original de Pinochio (que en realidad fue el castigo que le aplicaron a Sadam), pero al menos los deberían obligar a escribir más de mil veces "esas cosas no se hacen", como sugiere Serrat con los burócratas que se portan mal. Algo está claro: nuestros presidentes no mienten por cuenta propia. En eso se parecen a Pinochio, hay que recordar que Pinochio era una marioneta, y estos personajes no actúan por cuenta propia, siempre hay alguien manejando sus hilos. En este contexto es irrelevante si piensan por cuenta propia, o si realmente piensan. Ni siquiera cometen pecados originales.

Hay que recordar que las marionetas son parte de un espectáculo en el que generalmente el público es de la clase más inocente, es decir niños y niñas. Los que manejan al títere o marioneta programan su actuación para transmitir un mensaje deseado a los niños. En la mayoría de casos, el mensaje es una lección moral que llevará a los niños a portarse bien. Pero el contenido del mensaje solo lo pueden decidir los dueños del espectáculo. Si un títere ya no sirve por viejo, por gastado, o por lo que sea, lo cambian y ponen a otro. ¿Quien es el público de nuestros títeres presidenciales? Obviamente, como en el negocio de los títeres o marionetas o buratinos, el público debe ser el sector más inocente de la sociedad. Solo así podemos explicarnos de que a pesar de que se entrega un país casi en bancarrota, los dueños del espectáculo nos vengan con el cuento de que las encuestas le otorgan una nota de aprobación al presidente saliente Tony Saca, en esta historia, el buratino del espectáculo.